Artículos
De la síntesis a la crítica: tensiones y desplazamientos en la sociología latinoamericana. Una historia de dos congresos (ISA, 1966-ALAS, 1969)
Resumen: El artículo pone el foco en el debate teórico-epistemológico suscitado durante la década de 1960 en la sociología latinoamericana, en torno a la concepción y función social de la sociología como ciencia. Para ello, analiza en clave comparativa una serie de documentos producidos por los sociólogos Gino Germani y Pablo González Casanova en torno a dos importantes congresos: el VI ISA World Congress of Sociology (Evian, 1966) y el IX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (México, 1969). El objetivo del artículo es echar luz sobre las tensiones y desplazamientos que atravesaban por aquel entonces buena parte de la sociología latinoamericana en el marco más general de la “crisis de la sociología”, y que desembocaron en una reorientación teórico-epistemológica de sus principales líneas. Se sostiene que la concepción de la disciplina como una “ciencia para la intervención social” (o “sociología científica”) fue perdiendo terreno frente a una perspectiva orientada hacia la “transformación social” (o una “sociología en y de la crisis latinoamericana”), lo que no supuso una completa negación de la primera, sino una forma de superación crítica.
Palabras clave: Sociología latinoamericana, Sociología científica, Crisis de la sociología, Gino Germani, Pablo González Casanova.
From Synthesis to Critique: Tensions and Displacements in Latin American Sociology. A Story of Two Congresses (ISA, 1966-ALAS, 1969)
Abstract: The article focuses on the theoretical-epistemological debate aroused during the 1960’s in Latin American Sociology, around the conception and social function of Sociology as a science. To do this, it analyzes in a comparative key a series of documents produced by the sociologists Gino Germani and Pablo González Casanova around two important congresses: the VI ISA World Congress of Sociology (Evian, 1966) and the IX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (Mexico, 1969). The objective of the article is to shed light on the tensions and displacements that were traversing trough a good part of Latin American sociology at the time, and that led to a theoretical-epistemological reorientation of its main lines. It is argued that the conception of the discipline as a “science for social intervention” (or “scientific sociology”) was losing ground against a perspective oriented towards “social transformation” (or a sociology “in and of the Latin American crisis”), which did not mean a complete denial of the first, but its critical overcoming.
Keywords: Latin American sociology, Scientific sociology, Crisis of sociology, Gino Germani, Pablo González Casanova.
Introducción
El presente artículo se propone abordar en clave comparativa los puntos centrales de un intenso debate teórico-epistemológico suscitado en la sociología latinoamericana durante los largos años sesenta del siglo XX, en torno a la concepción y función social, alcances y limitaciones, de la sociología como ciencia. Se ocupa de un momento clave para el devenir de la disciplina, desde una perspectiva que pone el énfasis en los aportes de la teoría sociológica latinoamericana a la comprensión de la “crisis”, tanto de la época que estudia como de sus propias orientaciones. Propone para ello, a modo de estrategia heurística, poner el foco en dos series de documentos producidos en torno a dos importantes congresos de alcance regional e internacional que tuvieron lugar hacia fines de la década, en los que en buena medida quedan cristalizadas las principales posiciones y orientaciones respecto de aquel debate. Nos referimos al VI World Congress of Sociology organizado por la International Sociological Association (ISA), que se desarrolló en la ciudad de Evian, Francia, en septiembre de 1966 (en adelante, VI Congreso ISA); y el IX Congreso Latinoamericano de Sociología de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), llevado a cabo en la Ciudad de México en noviembre de 1969 (en adelante, IX Congreso ALAS).
En ambos casos se destacaron, para nuestros intereses, dos importantes figuras que asumieron roles de suma trascendencia. Por el lado del VI Congreso ISA, el ítalo-argentino Gino Germani, recientemente incorporado al plantel de profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard, entre otras tareas asumió el rol de coordinación de una plenary session destinada exclusivamente al tratamiento de la cuestión de la “unidad y diversidad de la sociología” (que contó con intervenciones destacadas del propio Germani, así como de Edward Shils, Jean Piaget, Pitirim Sorokin o Alain Touraine). Por el otro lado, el mexicano Pablo González Casanova, en su rol de presidente del Comité Organizador del IX Congreso ALAS, puso de relieve la grave crisis que atravesaba no sólo América Latina sino también “su” sociología (tema que abordaron en sus presentaciones, desde diversas aristas, el mismo González Casanova, pero también Jorge Graciarena, Orlando Fals Borda o André Gunder Frank, entre otras importantes figuras).
El abordaje comparativo y simultáneo de las posiciones que defendieron fundamentalmente las figuras de Germani y González Casanova, sostenemos, nos permitirá echar luz sobre las tensiones y desplazamientos que atravesaban buena parte de la sociología latinoamericana desde hacía una década, y que desembocaron en una reorientación teórico-epistemológica de sus principales líneas. Si bien cabe destacar que estas dos posiciones no son del todo homogéneas, se puede convenir que la primera, ampliamente conocida como “sociología científica” (Germani, 1956, 1964a), postula la necesidad de una disciplina que, bajo el presupuesto de la neutralidad valorativa y la planificación, se oriente hacia la intervención social; mientras que la segunda, que puede ser referenciada como una “sociología en y de la crisis latinoamericana” (González Casanova, 1969a, 1969b), denuncia el carácter ideológico de aquella posición al tiempo que defiende una ciencia comprometida de lleno con el ideal de la transformación social.
Desde ya, estos debates formaron parte de un proceso mucho más amplio en el que desde diversas coordenadas geográficas, académicas, ideológicas se vieron disputados los sentidos acerca de lo que la sociología era y, sobre todo, lo que debía (o no) ser. Desde el así llamado Norte se popularizó el concepto de “crisis de la sociología” para referirse a este fenómeno (entre ellos, los primeros, Wright Mills, 2012 [1959]; Gouldner, 1979 [1970]; Boudon, 1974 [1971]). Su mayor resonancia se dio dentro del ámbito de la sociología estadounidense, en la que llegó a su cenit la “revuelta contra Parsons” (Alexander, 2000) o, más en general, contra la sociología estructural-funcionalista, hasta entonces mainstream. Una de las críticas más tempranas y radicales a esta posición fue la de Charles Wright Mills en su La imaginación sociológica, de 1959, que se convirtió rápidamente en la punta de lanza de un movimiento que se conocerá como la “nueva izquierda” y que, en general, se inscribirá en la línea de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt (ver Fraga, 2018; Geary, 2008).
Nuestra principal hipótesis de trabajo sostiene que la revisión crítica y autorreflexiva que experimentó la sociología latinoamericana a lo largo de la década del sesenta del siglo pasado fue el abono de teorías sumamente potentes y que ejercerán una fuerte influencia, no sólo en la región sino también fuera de sus fronteras continentales (como las teorías de la dependencia, por caso).1 Pero también, que esto no sucede sobre una tabula rasa, sino sobre la huella de un sinuoso, contradictorio, pero sin dudas original camino recorrido por una larga tradición sociológica entrenada en la discusión teórica. Esto es incluso reconocido por algunos de sus propios detractores, lo que sin embargo no impidió (y quizás robusteció) la crítica. Algunos, como es el caso de González Casanova, reconocían los logros obtenidos por la “sociología científica” (sobre todo, el hecho de haber contribuido en la “superación” de cierto estado de “atraso” teórico-metodológico en el que estaba sumida la sociología latinoamericana), e incluso partían del mismo diagnóstico (la existencia de una crisis dentro de la propia disciplina y fuera de ella). Desde ya, diferirían mayormente en el tono que asumirían sus respuestas y en las bases teórico-epistemológicas en las que se sustentaban.
Notas sobre los procesos de institucionalización y modernización de la sociología en México y en la Argentina
Entre las décadas del cuarenta y cincuenta del siglo XX el proyecto de una “sociología científica” se impuso, en general y con sus respectivos matices, dentro de los procesos de “modernización” de la disciplina que se habían abierto en algunas de las principales universidades latinoamericanas.2 Significó la puesta en marcha de un ambicioso proyecto político-académico cuyo principal objetivo apuntaba a la “renovación académica” (Blanco, 2006) de las ciencias sociales. Si bien este proceso no se inicia ex nihilo, se impuso por aquel entonces, en general, a partir de un diagnóstico que postulaba su propia perspectiva como “superadora” de cierto estado de atraso o limitación de la tradición sociológica previa.
En el plano teórico-epistemológico, se entiende por “sociología científica” una concepción de la disciplina cuyos ejes principales consisten en la propuesta y defensa de una síntesis o “unificación teórica” de la sociología sobre las bases de cierta idea de “neutralidad valorativa” y con un fuerte énfasis puesto en la investigación empírica. Desde esta perspectiva, la sociología tiene estatus de ciencia, ya que mediante sus herramientas puede aportar a la resolución de los problemas prácticos que plantea la vida en sociedad. Su idea del cambio social queda asociada a la previsión y planificación racional para la intervención social.3
Conforme la sociología se fue estableciendo en el continente, fue reflejando algunas de las tendencias de gran alcance derivadas de la segunda posguerra. Pero, según pone de relieve Joseph Kahl en su trabajo comparativo sobre las sociologías de Germani y González Casanova (y Fernando Henrique Cardoso, en el que no nos detendremos), sobre todo fue reflejando dos cuestiones más: “los problemas particulares que constituían el centro de interés de cada país y la perspectiva especial del hombre clave que surgía como líder de su generación” (p. 30). Si la sociología de Germani procuró ofrecer respuestas a los problemas que trajo consigo el proceso de transición (acelerada y a gran velocidad) de una sociedad “tradicional” a otra “moderna”, como fue el caso en la Argentina, y, sobre todo, intentar comprender un fenómeno de masas novedoso en el país como el peronismo, la de González Casanova en México se propuso analizar temas críticos para el país, como las tendencias a la marginalización, explotación y desempleo de vastas capas de la sociedad (1986, pp. 29-36).
En ambos casos, la sociología de tipo “científica” orientó inicialmente el proceso, y luego, a partir de la década del sesenta, se impuso una de tipo “crítica” de influencia marxista. Este cambio en las principales orientaciones de la sociología supuso fuertes transformaciones, que llegaron incluso, en algunos casos (como el argentino), a la completa impugnación de las orientaciones previas. Por las características del presente trabajo, entonces, cabe revisar cómo se desenvolvieron González Casanova y Germani en los procesos de institucionalización y modernización de la sociología en sus respectivos países.
México
A diferencia del caso argentino, en el que la figura de Germani asume disruptivamente —y casi en exclusiva— el centro de la escena, en la sociología mexicana el proyecto de una “sociología científica” se relaciona, al menos, con tres importantes figuras: Lucio Mendieta y Núñez y José Medina Echavarría, inicialmente, y luego Pablo González Casanova.4 El primero tuvo a su cargo la re-fundación del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM en 1939 y el lanzamiento de la Revista Mexicana de Sociología ese mismo año. Según destacan Girola y Olvera Serrano (1995), Mendieta encarna una corriente sociológica que tiene como una de sus principales características la idea de que “la búsqueda científica tiene un propósito fundamentalmente práctico, y el reconocimiento de la necesidad de estudiar problemas sociales concretos” (p. 47). Por su parte, Medina Echavarría quedó íntimamente relacionado a la creación, en 1940, de otra importante institución académica: El Colegio de México. Su antecedente directo fue La Casa de España, inaugurada dos años antes por el presidente Lázaro Cárdenas para favorecer y acoger en su exilio a los profesionales y académicos españoles expulsados por el franquismo (cfr. Reyna, 2005, p. 432). Medina Echavarría tuvo un rol activo en ambas instituciones: a poco de llegar al país colaboraría con La Casa y años más tarde, en 1943, fundaría el Centro de Estudios Sociales (CES) en El Colegio, que fue la primera institución “en México y América Latina en contar con un programa que definía una concepción integral de la enseñanza y la investigación en torno a las por entonces ciencias sociales emergentes” (Reyna, 2005, p. 438; la traducción es nuestra).
En esta línea se destaca la creación de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (ENCPyS) de la UNAM en 1951, a instancias de un proyecto presentado por Mendieta, entonces director del IIS. Precisamente en la ENCPyS comienza a hacerse fuerte la figura de González Casanova, que impulsó la reforma de los planes de estudio cuando se hizo cargo de su dirección en 1957. Esta reforma incluyó el dictado de cursos de teoría política y social, teoría económica y teoría del Estado, así como la incorporación de “nuevas” metodologías y técnicas de investigación que daban énfasis “al conocimiento empírico de lo propio, a la investigación ‘en el terreno’, a la declinación definitiva de los conceptos normativos y disciplinarios que dieron sostén a la primera fase de institucionalización” (Olvera Serrano, 2017, p. 109 – cursivas en el original).5
En resumen, hacia mediados de los años sesenta la mayoría de los sociólogos mexicanos, sobre todo en el marco de la ENCPyS e impulsados por el propio González Casanova, adoptan el marco teórico marxista y el análisis histórico, y abordan temas y conceptos relativamente poco (o nada) estudiados hasta el momento: la explotación, el colonialismo interno, el subdesarrollo, el movimiento obrero, entre muchos otros. Según pone de relieve Olvera Serrano (2016), “en un plazo relativamente corto, el perfil de la ENCPyS cambió radicalmente y, con ello, las expectativas, prácticas y orientaciones de los sociólogos” (p. 110).
Argentina
Estos cambios tendrían su correlato en el caso argentino, aunque, quizás debido a las peculiaridades de su figura clave y del medio específico en el que se desenvolvió, asumió ribetes característicos. Como es sabido, hacia mediados de la década de 1950 y en torno de la figura de Gino Germani se logró reunir, en el transcurso de unos pocos años, los esfuerzos (individuales, colectivos, institucionales) necesarios para llevar adelante un ambicioso proyecto de modernización de las ciencias sociales cortado al talle de los preceptos de la “sociología científica”. Este proyecto desembarcó en la Universidad de Buenos Aires (UBA) de un modo más bien vertiginoso; y, de igual manera, se replegó. A poco de dar sus primeros pasos el proyecto comenzó a recibir duras críticas que confluyeron en su abierta impugnación.
La sociología que se practicaba en la Argentina hasta mediados de la década de 1950 era caracterizada por el propio Germani como una “sociología de cátedra”, “atrasada”, “especulativa”, “de carácter filosófico”, con poco o nulo “rigor metodológico”, entre otros epítetos. La “nueva” sociología debía prestar resistencia a y finalmente superar la “reacción antipositivista” o “antiacadémica” imperante hasta entonces (cfr. Costa Pinto, 1969; Germani, 1964a). Sobre estos presupuestos epistemológicos (e ideológicos) se funda en 1957 la Carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UBA, durante el rectorado interino de José Luis Romero y bajo el signo de Germani y su equipo. Este acto fundacional quedó inscripto en el proceso de “desperonización” mucho más amplio de la universidad y la cultura argentina en general, iniciado tras el golpe de Estado perpetrado contra el gobierno de Juan D. Perón en 1955 (ver Blanco, 2004; Neiburg, 1995). Germani ejercería plena autoridad; asumiría la dirección de la carrera y la re-fundación y re-lanzamiento del Instituto de Sociología asociado a ella.6
Más allá del fuerte impulso inicial, la “hegemonía germaniana” (Noé, 2005) entraría rápidamente en franco declive. Asediado por el peso de las críticas, Germani termina por renunciar a la dirección de la carrera en 1962. A partir de allí comienza su paulatino pero constante y definitivo alejamiento de la UBA, proceso que se cierra a inicios de 1966 cuando viaja a los Estados Unidos para incorporarse al plantel estable de profesores de la Universidad de Harvard. Las primeras y más duras críticas provinieron de sectores de la izquierda universitaria, incluso de parte de los mismos docentes y estudiantes de la carrera de sociología que inicialmente habían apoyado a Germani, muchos de ellos incluso exalumnos y colaboradores suyos, entre quienes se destacan Eliseo Verón, Miguel Murmis, Juan Carlos Marín y Silvia Sigal.7 La “sociología científica”, así, fue perdiendo terreno frente a nuevas posiciones que terminarían por horadar sus bases de poder (ver Ghilini, 2017; Pereyra y Lazarte, 2021; Rubinich, 1999).
Ahora bien, es menester poner blanco sobre negro que estas críticas no se orientaron en general hacia el cuestionamiento de la “base científica” de la sociología propuesta y defendida por Germani y su equipo, sino más bien a denunciar sus supuestas conexiones ideológicas (y financieras) con la sociología estadounidense. Esto implica la crítica del ideal de la “neutralidad valorativa” y la impugnación del origen, para sus críticos, espurio, de los fondos con los que habían financiado el proyecto académico; pero también implica el cuestionamiento del lugar (relegado) que le era asignado, según aquellos, a la teoría marxista dentro de sus planes de estudio.8 Como fue observado previamente (y será profundizado más adelante), González Casanova parte de un lugar cercano al de Germani y la “sociología científica” pero luego se posiciona claramente en sus antípodas, postulando y defendiendo una sociología comprometida con la crítica, y de inspiración marxista. Desde este punto de vista, precisamente, se concibe la sociología como la encargada de aportar herramientas a la crítica y la transformación de la sociedad, quedando asociada en algunos casos con la praxis revolucionaria, por lo que la teoría marxista no sólo debía formar parte de los planes de estudio sino estructurarlos en torno suyo.
Desde ya, este proceso de transformación no se ciñó a los límites nacionales de las academias argentina o mexicana. A lo largo y ancho de América Latina emergerían más o menos por aquel entonces importantes figuras que encarnarían esta posición crítica, con sus respectivos matices y diferencias: se destacarían también en México, Rodolfo Stavenhagen; en Brasil, Fernando Henrique Cardoso, Ruy Mauro Marini o Theotonio Dos Santos; en Colombia, Orlando Fals Borda; en Perú, Aníbal Quijano; en Chile, Enzo Faletto; en su paso por Brasil, México y Chile, André Gunder Frank, entre tantos otros.
De la síntesis a la crítica: una historia de dos congresos
Conforme avanzaba la década del sesenta, pues, fue quedando cada vez más claro que se imponía otro modo de pensar y de hacer sociología en América Latina, contrapuesto a los modos de la “sociología científica”, no tanto por sus fundamentos teórico-metodológicos sino más bien por sus implicancias político-epistemológicas. Se trataba de “destrabar” la situación de dependencia de la sociología latinoamericana respecto del “imperialismo cultural” ejercido sobre la región, fundamentalmente, por los Estados Unidos. Y en este intento, reorientar su función crítica hacia la transformación de la realidad latinoamericana.
El período que se conoce como los largos años sesenta en Latinoamérica se abre con la Revolución Cubana (1959) y se extiende hasta el derrocamiento del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile (1973), pasando por los realineamientos geopolíticos ocurridos tras el “conflicto de los misiles” y la celebración del Concilio Vaticano II, las repercusiones globales de los procesos de descolonización africana y la guerra de Vietnam, la influencia de la explosión cultural, intelectual, artística, política que supuso el Mayo francés… y un largo etcétera. Según destaca Claudia Gilman (2003), el “bloque de los sesenta/setenta” representó un período “en el que todo pareció a punto de cambiar” (2003, p. 35). Desde ya, la sociología experimentaría por entonces su propio proceso de cambio.
En lo que sigue nos interesa analizar algunos desarrollos teórico-epistemológicos específicos que, según sostenemos, dan buena cuenta del desplazamiento que experimentó la sociología latinoamericana en sus principales orientaciones por aquel entonces, movimiento que se verá finalmente consumado hacia fines de la década. Para ello, abordaremos las posiciones sostenidas fundamentalmente (aunque no únicamente) por Germani y González Casanova, presentadas y discutidas, por un lado, en el VI Congreso ISA (1966), y, por el otro, en el IX Congreso ALAS (1969). El análisis propone la puesta en serie de estas ideas prestando especial atención a los espacios en que circularon. Por ello, se impone antes una breve caracterización de ambas asociaciones, así como de las relaciones que en su interior se establecieron en torno a las figuras de Germani y González Casanova, y los roles de suma importancia que asumieron en cada uno de los congresos en cuestión.
Los orígenes comunes de ISA y de ALAS
Si bien siempre es difícil rastrear hasta dónde hunden sus raíces los procesos instituyentes, es posible en este caso identificar que tanto ISA como ALAS tienen un origen institucional común: la creación de la UNESCO en la inmediata segunda posguerra como órgano de la Naciones Unidas (1945). Por iniciativa, y gracias al financiamiento, de su Departamento de Ciencias Sociales (y posteriormente de otro organismo, el International Social Science Council-ISSC), entre 1948 y 1949 se suceden una serie de reuniones fundacionales que desembocan en el Congreso Constituyente de la ISA reunido entre los días 5 y 10 de septiembre de 1949 en Oslo, Noruega.9 En dicha oportunidad se nombra al primer secretario ejecutivo de la ISA (Erik Rinde, de aquel país nórdico) y al primer presidente de su comité ejecutivo (Louis Wirth, de los Estados Unidos). Además, y mucho más relevante para nosotros, se establece el lugar y fecha de su primer congreso mundial: la ciudad de Zürich, Suiza, del 4 al 9 de septiembre de 1950. Precisamente durante este primer congreso de la ISA se establecen las bases fundacionales de ALAS, a partir del esfuerzo del llamado “Grupo de Zürich”, cuya principal figura (que se convertirá en el primer presidente de ALAS) fue el argentino Alfredo Poviña, y entre quienes se destacaban Tecera del Franco (también de este país) y José Arthur Ríos, de Brasil.10 Los allí reunidos establecieron que el Primer Congreso ALAS se llevaría a cabo entre los días 20 y 25 de septiembre de 1951 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Desde entonces, ambos congresos se han sucedido casi ininterrumpidamente hasta el presente.11
Las relaciones de Germani y González Casanova con ISA y ALAS
La relación de Germani con ALAS fue un tanto agitada y tuvo sus vaivenes. Si bien participó activamente de los congresos organizados durante la década del cincuenta, nunca logró realmente disputar el lugar de poder que había construido Poviña en la asociación, quien fue su presidente en dos períodos (1951-1953 y 1955-1957). En el último lustro de la década del cincuenta la tensión entre ambos sociólogos, uno ya afianzado en la carrera de sociología de la UBA y el otro en la Universidad de Córdoba y con peso en ALAS, encontró su punto máximo. Como corolario, en el congreso ALAS celebrado en 1959 en la ciudad de Montevideo, al calor de la revolución cubana, se dio un intenso debate entre Poviña y Germani que convierte la tensión en ruptura. El primero dirigió agudas críticas hacia la que llamó despectivamente una “sociología comprometida” de orientación marxista y también hacia la sociología “de dimensión cuantitativa o hechología” (mote con el que se refería a la “sociología científica”) (cfr. Blanco 2005, p. 40). Germani, por su parte, planteaba la necesidad de una institucionalización académica y “profesional” de la sociología. La ruptura se profundizó cuando al cierre de aquel congreso, Poviña propuso la fundación de la Sociedad Argentina de Sociología (SAS) y Germani respondió posteriormente impulsando la creación de la Asociación Sociológica Argentina (ASA) (cfr. Pereyra, 2017).
Lo cierto es que, a pesar de su intento, Germani no logró imponerse sobre Poviña, lo que repercutió en su distanciamiento de ALAS para acercarse a la ISA. Más pronto que tarde asumiría roles de suma importancia dentro de esta asociación: fue miembro de su comité ejecutivo durante el período 1959-1962 y vicepresidente en el período siguiente (1962-1966). Participó de la preparación y organización de los congresos celebrados en Washington D.C. (1962) y Evian (1966). En el período 1966-1970 no asumió tareas ejecutivas, aunque siguió ligado a la asociación. Con todo, esto no significó la completa ruptura con ALAS. Más aún: “Germani acordó con la ISA una política de ‘buenos vecinos’ entre ambos cuerpos internacionales, colaborando en la renovación de temas y preocupaciones al interior de ALAS” (Pereyra, 2005, p. 14; la traducción es nuestra).
Por otra parte, el último lustro de la década de 1960 resulta un período sumamente importante para la ISA porque significó su “apertura” al bloque soviético. En el VI Congreso de 1966 se recibieron y discutieron varios trabajos de sociólogos provenientes de Europa Oriental, como es el caso del ruso Fedor Konstantinov (de quien nos ocuparemos en el siguiente apartado), que incluso formó parte del comité ejecutivo de la ISA presidido por el polaco Jan Szczepanski durante el período 1966-1970. A la luz de ello, no parece casualidad que la sede del VII Congreso de 1970 haya sido adjudicada a la ciudad de Varna, en Bulgaria (ver Platt, 1988).12
Volviendo sobre América Latina, desde mediados de la década de 1960 prevalecería aquella “sociología comprometida” a la que se refería Poviña años antes, por sobre su propio proyecto y también por sobre el germaniano. La presencia en ALAS de figuras de la talla de Aníbal Quijano, Orlando Fals Borda y Pablo González Casanova representa la transición hacia una sociología crítica en la asociación y en las orientaciones predominantes en la región. El primero fue vicepresidente de ALAS en el período 1964-1967; el segundo fue el encargado de presidir el congreso de 1964 celebrado en Bogotá; y el tercero, que “llega” a ALAS luego de un largo recorrido que se remonta, al menos, a inicios de la década de 1950, presidió la asociación en el período 1969-1972 (responsabilidad que reasumirá en el período 1983-1985), así como el congreso de 1969 en México (cfr. Pereyra, 2007 y Ríos Burga, 2019). El siguiente congreso se realizaría en la ciudad de Santiago de Chile en 1972, en pleno gobierno de Allende.
Si bien los cambios y desplazamientos en las principales orientaciones de la sociología latinoamericana se venían produciendo desde hacía una década, el congreso celebrado en Chile, según pone de relieve Ríos Burga (2019), “marca un punto de inflexión, ruptura y cambio teórico, metodológico y temático” (p. 36). Esta sociología optimista, crítica y transformadora chocó fuertemente con la realidad histórica: como es ampliamente sabido, al año siguiente se llevó a cabo un brutal golpe de Estado en Chile que derrocaría el gobierno socialista de Allende y que anunciaría la ola de golpes de Estado que se extendió por toda la región, particularmente en el Cono Sur. Quizás las sedes escogidas por ALAS para sus próximos congresos aporten alguna pista acerca de los “mecanismos defensivos” que adoptó la asociación: San José de Costa Rica (Costa Rica, 1974), Quito (Ecuador, 1977), Ciudad de Panamá (Panamá, 1979), San Juan (Puerto Rico, 1981), Managua (Nicaragua, 1983). Puede pensarse también que la centralidad que asumieron Centroamérica y el Caribe en la elección de las sedes puede responder al intento de reestablecer cierto equilibrio regional: los primeros diez congresos se realizaron casi exclusivamente en países de América del Sur (las excepciones son El Salvador en 1967 y México en 1969). Desde ya, no podemos adentrarnos en estas líneas en esta oportunidad; sólo podemos señalarlas como eventuales hipótesis.
La búsqueda de la unidad en la diversidad de la sociología
La sexta edición de los congresos organizados por la ISA se llevó a cabo en la ciudad de Evian, Francia, entre los días 4 y 11 de septiembre de 1966.13 El congreso se articuló en torno a dos sesiones especiales principales (plenary sessions) en las cuales se abordaron los dos grandes temas propuestos por la organización: la “unidad y diversidad de la sociología” y la “sociología de las relaciones internacionales”. Según consta en las actas del congreso,14 Germani tuvo una participación sumamente importante en la primera de ellas: co-presidió la mesa (Research Commitee) “Escuelas nacionales y objetivos comunes” junto a Alain Touraine y Jan Szczepanski, en la que expusieron, entre otros, Paul Lazarsfeld y Peter Heinz. Además, también co-presidió junto a René König una mesa redonda que llevó el título “La enseñanza de la sociología”, en la que participaron especialistas de las más diversas regiones del planeta.15
A nuestros objetivos, conviene destacar que la participación de Germani en el congreso no se limitó a las tareas de coordinación de mesas in situ. Unos años antes, habiendo formado parte de las reuniones preparatorias de la plenary session en las que se discutieron los contenidos de los trabajos que se esperaba recibir, el comité ejecutivo de la ISA le encomendó la redacción de un memorándum sobre los acuerdos alcanzados (ver Germani, 1964b). Y una vez finalizado el congreso, le es asignada una tarea no menos importante: elaborar un informe sobre algunos de los trabajos efectivamente presentados en la sesión, para su eventual inclusión en las actas del congreso (Germani, s/f).16
Cabe realizar algunas consideraciones respecto de ambos documentos. En el primero de ellos, Germani (1964b) resume los principales lineamientos de la serie de contribuciones que, se espera, aborden el proceso que llama “universalización de la sociología” (Universalisation of Sociology), que se viene desarrollando, según el autor, desde fines de la Segunda Guerra Mundial. A modo de síntesis, distingue dos rasgos principales de este proceso. Uno se relaciona con la “universalización” del contenido de la disciplina (las teorías, conceptos y problemas actuales parecen estar menos influidos por las “tradiciones intelectuales” predominantes en el pasado); el otro, con la emergencia de una “sociología mundial” (World Sociology) cuyas principales características son: la aceptación mayoritaria del a) carácter “científico” de la sociología, b) de las nuevas técnicas de investigación disponibles, c) de la creciente diferenciación de la disciplina en múltiples especializaciones; todo ello que produce d) la difusión del nuevo énfasis puesto en la institucionalización-organización, en lo que refiere a la investigación y a la enseñanza de la sociología (el reemplazo de la cátedra y el instituto “de un solo hombre” por una “escuela o departamento” y una “organización material y humana compleja con su base burocrática subyacente y un costoso equipamiento”); y e) la emergencia de la “sociología como profesión”, lo que finalmente, y en relación con todo esto, f) produce cambios en los requisitos que se esperan de la “personalidad” de un nuevo tipo de sociólogo. Sobre la base de estos lineamientos generales, Germani estima que se recibirán trabajos de entre unos nueve y doce países, más un informe especial sobre “las perspectivas del marxismo y del ‘Este’ sobre la misma temática”.
Si bien no sabemos cuál fue el alcance y circulación de este memo, sabemos que de hecho la sesión recibió trabajos que fueron en la dirección que Germani delinea. Y también sabemos (aunque desconocemos los motivos) que la organización desestimó el título provisto para la plenary session (“Universalización de la sociología”) y en su lugar colocó el de “Unidad y diversidad de la sociología” (ver International Sociological Association, 1966-1970, Vol. I). Si bien todo parece indicar que tanto Germani como los organizadores remitían a la misma idea (poner en diálogo o incluso conocer “otras formas” de concebir y practicar la sociología), lo cierto es que “unidad y diversidad” se encontraba mucho más a tono con el vocabulario sociológico mainstream. Cabe destacar que esta idea lleva implícito el supuesto de que existe un “núcleo común prescriptivo” en torno al cual se ordenan los principales aspectos de la vida social y que, a partir de este “acuerdo”, la sociología monta sus explicaciones.17 Esto, desde ya, trasunta un presupuesto político-ideológico: aun cuando las explicaciones que brinda la sociología puedan ser diversas, no serán del todo diferentes porque, ultima ratio, comparten ese mismo acuerdo.
El segundo documento (G. Germani, s/f), por su parte, fue redactado a pedido del comité ejecutivo de la ISA, que le solicita comentar cuatro trabajos que abordan el tema principal de la sesión que co-presidió: “Diversity and Unity in Sociology” de Pitirim Sorokin, colega suyo en la Universidad de Harvard; “Sociology and Ideology” de Fedor Konstantinov, del Instituto de Filosofía de Moscú; “Mécanismes communs” de Jean Piaget, de la Universidad de Ginebra; y “The Trend of Sociological Research” de Edward Shils, por entonces profesor en la Universidad de Chicago.18 No obstante, sólo se limitó a comentar los dos primeros: el de Sorokin, que se ocupa de establecer los principios básicos que atraviesan por igual las diversas teorías, ideologías y técnicas de investigación sociológicas hacia mediados del siglo XX, y el de Konstantinov, que reflexiona sobre la diversidad de valores que conducen la disciplina en diferentes direcciones.19 Entremezclados entre sus comentarios, Germani añade reflexiones y análisis propios, los cuales complementan y amplían sus alcances. A continuación, entonces, nos detendremos brevemente en este documento, ya que representa una buena síntesis tanto de los debates que se suscitaron en la sesión como de las propias ideas de Germani.
El documento se articula en torno a un análisis comparativo de ambos trabajos. Germani parte de evaluar que tanto Sorokin como Konstantinov persiguen el mismo propósito de encontrar “unidad en la sociología”, aunque difieren en los modos.20 El primero encuentra tal unidad en la existencia de un núcleo común en todas la escuelas y teorías sociológicas (aun cuando se presenten en conflicto), basado en “acuerdos fundamentales”; mientras que para el segundo la unidad en la sociología se logra de un modo muy diferente: “hay una verdadera sociología” y una “sociología falsa” o incluso una “no-sociología”. Ambos trabajos representan, asimismo, puntos de vista optimistas con respecto al presente y al futuro de la disciplina. En relación con el de Sorokin, si bien Germani lo considera “suficientemente realista” (realistic enough), evalúa difícil aceptar el carácter “profético” que manifiesta en torno al “regreso de la gran síntesis teórica del pasado”. El principal problema con el que se enfrenta la sociología se refiere, para Germani, a las múltiples variables (la cantidad y variedad de datos) que deben ponerse en consideración para abordar un determinado fenómeno social, lo que va en detrimento de “sistemas sociológicos cerrados y muy abarcativos”. No obstante, concluye, el intento de síntesis y recuperación de teorías, que muchas veces incluso se oponen entre sí, puede resultar muy provechoso para el desarrollo de la disciplina.
Ahora bien, el trabajo de Konstantinov presenta un punto de vista optimista “más simplificado”, ya que reconoce dos tipos de sociología: una “verdadera” y otra “falsa”. Según el ruso, “toda sociología es ideológica”, lo que sin embargo no significa que no pueda ser considerada “científica”, siempre que se someta a las reglas básicas de todas las ciencias (es decir, que respete los criterios de validez y verificación pertinentes). Lo que es inconcebible es aquella posición que defiende una “sociología libre-de-valores” (value-free sociology). La idea de una “ciencia neutral” representa un tipo de ideología “falsa”: “la ideología del capitalismo”. Pero, como para el autor existen “valores verdaderos”, existe también una “ideología científica verdadera”, la que representa el “socialismo científico, el marxismo”. Sin entrar en detalles acerca de la “validez” del “socialismo científico”, sobre la cual Germani se muestra un tanto reticente debido a su carácter dogmático, se pregunta, en tono polémico, “¿Qué es y dónde se puede hallar una sociología estrictamente marxista?”.
A partir de este punto, Germani desarrolla “otra posible aproximación al problema de la ‘unidad y diversidad de la sociología’”, volviendo sobre algunas de las ideas introducidas en el memo en el que nos detuvimos previamente. Existió un tiempo, dice Germani, en que hablar de “diversas sociologías nacionales” era moneda corriente. Hacia mediados de la década de 1960, sin que esta diversidad haya desaparecido por completo, también es un lugar común que se reconozca un emergente proceso de “unificación” de la sociología (unification, que aquí es usado como sinónimo de “universalización” en el sentido de “síntesis”). Lo interesante para nosotros es que el autor destaca que esto se corresponde con un proceso de transformación de la sociedad industrial moderna contemporánea en su conjunto: “esta sociedad, aun bajo formas ampliamente divergentes, presenta en todas partes los mismos problemas y las mismas preguntas científicas”; lo que, de todos modos, no deja de producir en las “naciones nuevas” o en los “países en desarrollo” toda una serie de problemas respecto de cuáles debieran ser las teorías y métodos más adecuados para analizar sus propias sociedades, sometidas a un ritmo e intensidad de cambios en extremo vertiginosos. Esto supone un “proceso de recepción”, tan necesario como “peligroso”: la producción sociológica surgida en un determinado contexto no puede ser “simplemente transferida” a otro. Por ello, la primera etapa de la recepción no puede ser pasiva y debe incluir un gran esfuerzo de creatividad. Tal pasividad se suele observar, según señala Germani, tanto en quienes aceptan y aplican modelos foráneos acríticamente buscando una especie de “efecto de demostración” positivo, como en aquellos que los rechazan de plano de igual modo acrítico, buscando, por el contrario, un “efecto de demostración” negativo.21
Lejos de adjudicar un lugar subsidiario o dependiente a la sociología de los países “en desarrollo”, Germani reconoce que esta aporta al desarrollo global de la disciplina “nuevos enfoques originales, nuevas técnicas y métodos, nuevos tipos de problemas”. Este aporte no podrá ser cabalmente aprovechado si no es mediante el trabajo cooperativo de sociólogos de diversos países, cuyo punto de partida, sostiene Germani, es la “teoría sociológica acumulada desde el pasado hasta el presente y su suelo común”. Lo que les otorga unidad es, básicamente, que aceptan las reglas básicas de la investigación científica. Y, last but not least, aun cuando el mundo se encuentre dividido en países centrales y periféricos, concluye Germani “que la universalización de la sociología y su desarrollo ulterior como ciencia depende en gran medida de las contribuciones originales de los sociólogos de los países en desarrollo”.
La sociología en y de la crisis latinoamericana
Ahora bien, volviendo la mirada sobre América Latina, el IX Congreso ALAS se llevó a cabo en la Ciudad de México bajo los auspicios de la UNESCO y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre los días 21 y 25 de noviembre de 1969. De acuerdo con nuestros objetivos, nos interesa específicamente detenernos en dos importantes documentos allí presentados. El primero, un encendido discurso inaugural brindado por el entonces presidente de ALAS, Pablo González Casanova (1969b), quien, a su vez, dirigía la Revista Mexicana de Sociología en la que se publicarían las Memorias que reunirían una extensa selección de presentaciones de los principales ponentes, haciendo las veces de actas del congreso.22 Y el segundo, unas Conclusiones (Revista Mexicana de Sociología, 1970) organizadas de acuerdo con cada una de las seis secciones principales en las que estuvo originalmente dividido el congreso, más una séptima sobre “Sociología general” añadida ad-hoc.23 Como hicimos en la sección anterior, conviene destinar aquí cierto espacio a la reconstrucción de las principales ideas contenidas en cada uno de estos documentos.
El discurso inaugural del congreso, a cargo de González Casanova, como dijimos, es más bien programático y deja planteadas una serie de interesantes y acuciantes preguntas que dan buena cuenta de la situación de agitación política y social que venía experimentando la región latinoamericana desde, al menos, la irrupción de la revolución cubana. Y, claro, cuál sería el rol esperado para la sociología en este contexto. El mexicano comienza instando a un auditorio compuesto por “algunos de los mejores sociólogos de América Latina” (González Casanova, 1969b, p. 761) a transmitir sus conocimientos, experiencias y, sobre todo, sus dudas; ya que esto permitirá enriquecer y precisar los conocimientos y dudas de toda la disciplina, y empujar así sus límites.
Si el objetivo central de la plenary session del VI Congreso ISA que abordamos previamente era dar cuenta del problema de la unidad y diversidad “de la sociología” in toto, aquí se busca intencionadamente poner de relieve no sólo el rol académico o “científico”, sino también el político-intelectual, de la sociología “latinoamericana”. En este sentido la sociología, sostiene González Casanova, como parte de la tarea intelectual de América Latina, “cumple una función productiva en el terreno cultural, y una función crítica en el terreno político, que la insertan en las universidades y en la vida nacional con un aire parecido al que hoy cobran los intelectuales y las universidades en el mundo entero” (p. 762; énfasis nuestro).
Producción cultural y crítica, entonces, son para González Casanova las principales funciones de la sociología en América Latina. Sin embargo, para el mexicano, los sociólogos latinoamericanos se hallan, asimismo, condicionados o limitados por la situación social, “nacional y de clase media” (es decir, por sus propias lógicas político-académicas internas y por su condición de “trabajadores de cuello blanco”), que influye en su “sometimiento objetivo” y en sus “pasiones rebeldes”, y que impide que puedan “hacer más objetiva” su inconformidad, lo que constituye su “tarea moral irrenunciable” (ibídem). Esto se remonta a las “tres grandes épocas” que ha atravesado la sociología latinoamericana: la de los “clásicos”, la de una “sociología empirista” predominante en la década del cincuenta y la de una “sociología populista y para-revolucionaria”, que “parece dominar hoy el panorama ideológico de los especialistas” (p. 763). Cada una de ellas presenta sus aciertos y limitaciones.
La primera, si bien fue la que planteó los principales temas de la sociología latinoamericana (autonomía cultural, unidad latinoamericana, civilización/barbarie, indigenismo, imperialismo, revolución, entre otros), lo hizo queriendo alcanzar la civilización, la libertad y la independencia “con la oligarquía” (ver pp. 763-764). Por su parte, la segunda, surgida en la posguerra, con su “deseo de rigor y precisión” sustentado en la utilización de novedosas técnicas de análisis supo hacer frente a las “tendencias especulativas” y “de escritorio” de la sociología latinoamericana, pero produjo “inhibiciones” contraproducentes, ridiculizó con “sutil agresividad” al sociólogo que “sabe escribir”, o al que estudia filosofía, o al que defiende una política progresista “porque entonces es un ideólogo”; lo que contribuyó a la creación de un investigador “de estilo anglicisante [sic]” (p. 764). Finalmente, la tercera gana terreno sobre “mezclas tradicionales de la cultura nacional y marxista” cuando los neopositivistas y desarrollistas de la posguerra, “que aseguran que todo el problema se reduce a actitudes modernas, inversiones y know-how”, se ven “disconformes por los hechos y por una crisis que se acentúa considerablemente” (ibídem). Así, “se ponen de moda” las tesis de la dependencia, la marginalización, el colonialismo interno y las clases sociales. Sin embargo, esta última etapa no está exenta de su propia crisis, una que llega a los “planteamientos progresistas e incluso revolucionarios”, y cuya principal debilidad consiste en “limitarse al comentario de las distintas posiciones” que participan en el debate, “renunciando a la investigación histórica precisa de las estructuras” (p. 765).
En este preciso lugar se encuentra para González Casanova la sociología latinoamericana hacia fines de la década del sesenta. Para romper con sus limitaciones, opina, se debe volver a los clásicos, pero sin repetir burdamente sus ideas, sino incorporando las técnicas de avanzada que mostraron los empiristas de la posguerra y pasar del análisis de la influencia política al estudio del poder, de la distribución del ingreso a la distribución de la propiedad, de la dependencia a la intervención y la liberación. Ello implica el reconocimiento de que existe una “necesidad apremiante de estudiar una época parcialmente inédita”, que requiere todos los esfuerzos puestos en el análisis de “los caminos de la crisis, de los cambios de estructura y sistema, de la socialización y el socialismo” (p. 766).24
Estas ideas, aun sobre la base de agudas reflexiones y atinados diagnósticos, representan en muchos casos deseos, aspiraciones o proyecciones. Ahora bien, ¿qué fue lo que efectivamente se discutió en el congreso? ¿Cómo era caracterizada por “los mejores sociólogos de América Latina” la crisis que experimentaban tanto el continente como “su” sociología? Para ofrecer algunas respuestas recurramos al segundo documento mencionado, que resume las conclusiones del congreso (Revista Mexicana de Sociología, 1970). Como se mencionó, este documento consiste en un análisis de los trabajos presentados en cada una de las siete secciones principales (ver nota 23). A continuación, pondremos el foco sólo en el análisis de dos de ellas, las que consideramos más relevantes a nuestros objetivos: la sección I. “La investigación sociológica en América Latina”, coordinada por el argentino, amigo y excolaborador de Germani, Jorge Graciarena;25 y la sección VI. “La crisis latinoamericana”, coordinada por el colombiano Orlando Fals Borda.
Respecto de la sección I, cabe destacar, en primer lugar, que la mesa recibió una serie de trabajos de contenido y orientación diversos, pero que esencialmente la discusión tendió a concentrarse en torno a la caracterización de “la naturaleza y las responsabilidades de la investigación sociológica en las circunstancias actuales de América Latina” (Revista Mexicana de Sociología, 1970, p. 1369). El documento profundiza en uno de los principales puntos emergentes del debate: la preferencia por una “sociología concreta”, orientada por los problemas del “subdesarrollo latinoamericano”, que considere los problemas sociales “desde la perspectiva de la transformación social para superar el atraso y la dependencia regional”, y que se oponga a la “sociología académica formal” (p. 1370). No obstante, esto no supone el abandono del contenido empírico ni mucho menos del rigor metodológico, sino la reorientación de los estilos metodológicos vigentes hacia temas que “deben ser escogidos por su relevancia” (ibídem). Se destaca, así, que la investigación sociológica debe contribuir en la construcción de un “cuerpo de conocimiento válido y, por lo tanto, crítico de los rasgos más importantes del subdesarrollo latinoamericano”, y paralelamente, debe reconocer “su capacidad instrumental para la promoción, control y transformación de los procesos racionales y naturales de desarrollo” (ibídem).
En lo que se refiere a la sección VI del congreso, las conclusiones ponen de relieve que todos los trabajos se ocuparon, a su modo, del concepto de “crisis”. Según se señala allí, el caso de este concepto merece el mayor de los cuidados, debido a que “se constituyó en tema recurrente” del Congreso. El concepto de “crisis”, omnipresente como “concepto sociológico”, resulta más valioso cuando es localizado dentro de un proceso histórico; de allí que resulte mejor hablar de una “crisis latinoamericana actual”, ya que permite “concretizar la realidad crítica” (p. 1384). En general, los trabajos presentados en la mesa convergieron en una definición concreta de la “crisis”: “se trata de una situación en que una sociedad o nación, en su desarrollo histórico, experimenta contradicciones e incongruencias de tal entidad, que la solución de ellas no se logra sin producir transformaciones fundamentales, llevando a un nuevo tipo de estructura social” (p. 1385). La discusión, pues, se orientó hacia la precisión de esta línea. Según señala el documento, se pudo observar que el concepto de crisis tiene una “dimensión objetiva”, ya que se considera un “hecho real identificable científicamente”, y, por tanto, es un concepto que debe ser “abordado y clarificado independientemente” (p. 1387).
Consideraciones finales: hacia una mirada latinoamericana de la crisis de la sociología
Llegados a este punto, se impone realizar una síntesis del camino recorrido y apuntar una serie de conclusiones y reflexiones finales, en el sentido de nuestra hipótesis de trabajo. Esta sostenía, recordemos, que desde inicios de la década del sesenta del siglo pasado las principales líneas de la sociología latinoamericana atraviesan un proceso crítico y autorreflexivo, signado por controversias, disputas, tensiones y también ciertos acuerdos, que terminó por producir un desplazamiento de sus principales orientaciones teórico-epistemológicas hacia finales de la década (abonando las teorías de la dependencia o el sistema-mundo, por ejemplo). En este marco, la sociología “en y de la crisis latinoamericana” (luego, una sociología “crítica”) surge y se desarrolla en contraposición con la “sociología científica” (y por consiguiente, con el marco que le da sustento, la así llamada “teoría de la modernización”). Sin embargo, según entendemos, la primera no representa una completa negación de la segunda, sino una forma de superación crítica. Claro que dicha superación será “por izquierda”, vía la incorporación de una renovada lectura del marxismo.
En el primer apartado nos hemos ocupado de las disputas en torno al sentido de la sociología iniciadas a principios de los años sesenta: la concepción de la disciplina como una ciencia para la intervención social fue perdiendo terreno frente a una perspectiva crítica orientada hacia el ideal de la transformación social. En este sentido, nos hemos ocupado con cierto detalle del caso del proyecto académico impulsado por Germani en la Argentina. Allí pudimos observar que su proyecto se vio asediado casi desde sus orígenes por las críticas impulsadas por una nueva generación inspirada tanto en el incremento de la conflictividad política latinoamericana como en una revisión académica del marxismo, que por otra parte venía produciéndose a escala global. En este marco, las impugnaciones al proyecto de la “sociología científica” en la UBA repercutieron en cambios no sólo teóricos e ideológicos, sino también institucionales, pedagógicos, organizativos. Con todo, las críticas no supusieron una completa negación de los avances y logros “científicos” alcanzados; más aún, estos fueron en muchos de los casos realzados explícitamente. Más adelante, en el siguiente apartado, nos ocupamos en detalle de observar cómo este proceso se manifiesta en el interior de algunas de las ideas sostenidas en dos congresos internacionales que se llevaron a cabo en el segundo lustro de la década del sesenta: el VI Congreso ISA de 1966 y el IX Congreso ALAS de 1969. Allí nos enfocamos particularmente en las propuestas de Germani y González Casanova, e incorporamos unas breves reflexiones de Graciarena y Fals Borda; todos, reconocidos sociólogos que asumieron roles de suma importancia y que entendemos ilustran o sintetizan bien una serie de tensiones y desplazamientos en las principales orientaciones de la sociología latinoamericana.
Ahora bien, ¿en qué consisten, específicamente, estas tensiones y desplazamientos? Fundamentalmente, como se ha argumentado, el principal desplazamiento se relaciona con una reorientación de las principales líneas de la disciplina hacia la concreción del ideal de la transformación social; es decir, hacia su intervención directa y activa, político-ideológicamente “cargada de valores”, en la realidad. Esto supone, de acuerdo con nuestro análisis, una profundización de la idea de la “intervención social”, surgida en la segunda posguerra de la mano del auge del Estado de Bienestar y cortada al talle del “sueño americano”. Si las ideas sostenidas por Germani en el marco del VI Congreso ISA se dirigen, grosso modo, en esta dirección, las propuestas por González Casanova y otros en el XI Congreso ALAS suponen a un tiempo su ruptura y su posibilidad de reorientación. El programa de la transformación social se instala, al menos en el lenguaje sociológico, a partir del rompimiento con el pasado. Según sostuvo la reconocida socióloga mexicana Gloria González Salazar, de cara al X Congreso ALAS que se llevaría a cabo en 1972 en Chile,
el IX Congreso Latinoamericano de Sociología celebrado en México en noviembre de 1969, constituye la culminación de un proceso de rompimiento con el formalismo sociológico estilo euronorteamericano de las últimas décadas, mismo en el que se reconoce su inoperancia para el desentrañamiento de los problemas sociales de América Latina, a la par que los sociólogos se interrogan sobre la crisis que la afecta, se plantean la exigencia de poner las ciencias sociales al servicio de los derechos fundamentales del hombre y de la creación de formas auténticas de democracia económica, social y política, y se autodefinen como actores intelectuales comprometidos con el proceso de cambio que esto implica (1972, p. 16; énfasis nuestro).
Con todo, para fines de los largos años sesenta ya nadie parece tener dudas de que el “sueño americano” se había convertido en pesadilla. La sociología latinoamericana se percató más pronto que tarde de que era imperativo repensarse a sí misma, sin echar por tierra los logros y conquistas obtenidas en su pasado reciente, pero edificando sobre nuevas bases: el “despertar” de la sociología latinoamericana debía ser no sólo con el marxismo “dentro”, sino también ocupando su primera plana. Asimismo, la centralidad de sus análisis debía ser reorientada hacia el abordaje de la especificidad de la crisis latinoamericana, caracterizada como una crisis civilizatoria que ya había mostrado sus fauces y que se profundizaría en la siguiente década. La “sociología en y de la crisis latinoamericana” lograría expresarse hacia fines de los sesenta de un modo y con una terminología mucho más “a tono” con lo que serían los principales desarrollos críticos inmediatamente posteriores (las teorías de la dependencia, el sistema-mundo, la sociología radical). No obstante, sería injusto afirmar que Germani no haya considerado un punto de vista crítico o incluso el marco teórico marxista (lo conocía y muy bien), ni mucho menos que no estuviera al tanto de los profundos cambios en los que se encontraba sumida la sociología, y sobre todo la latinoamericana. Lo mismo puede decirse acerca de la “idea” de América Latina: conocía muy bien sus crisis y particularidades históricas. Sin embargo, recién hacia principios de la década del setenta su esquema analítico inicia un fuerte proceso de reformulación, impulsado en buena medida por el reconocimiento más o menos explícito de las limitaciones de su propio marco teórico y, por qué no, por la asimilación del golpe recibido de parte de sus críticos. Paulatinamente, el esquema analítico germaniano adquiere mayor profundidad, dinamismo y complejidad, al tiempo que se aleja del hermetismo de la “teoría de la modernización” para acercarse a posturas mucho más heterodoxas y críticas, tendiendo puentes evidentes con las teorías de la marginalidad, o un poco más indirectos con las de la dependencia e incluso el sistema-mundo (ver Grondona, 2017; Trovero, 2020).
En definitiva, hacia fines de la década del sesenta, en la sociología latinoamericana lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo no terminaba de nacer. La propia crisis que experimentaba era en cierto sentido una emergencia de lo que por otras latitudes llamaron la “crisis de la sociología occidental”. Quizás, incluso, una mucho más situada, concreta y, sobre todo, no-eurocéntrica. No desconocemos, desde ya, que el concepto de “crisis”, que ocupa un lugar central en el IX Congreso ALAS, ya se encontraba tematizado por la sociología previa. Sin necesidad de remontarnos hasta los propios orígenes decimonónicos de la disciplina, basta con señalar que desde los años treinta, al menos, en las obras de Karl Mannheim o José Medina Echavarría la sociología era concebida como una “ciencia de la crisis”. Sin embargo, sostenemos que, hacia fines de la década del sesenta, particularmente los sociólogos de América Latina lograron circunscribir los límites de esta crisis y se encaramaron en una tarea por demás titánica: la de comprenderla en su especificidad espacio-temporal (lo que incluye la problematización temprana del eje “Norte-Sur”) y, sobre todo, la de intentar transformarla. Comprensión, problematización y transformación son acciones-procesos que gravitan a diferente nivel de intensidad en distintos ámbitos: el de la ciencia (la sociología) y el de las prácticas (la política).
En la propia historia disciplinar de la sociología abundan los intentos por ofrecer formas de articular, resolver, superar o poner en suspenso el hiato que se abre entre estas dos “esferas”, desde las clásicas ideas de Max Weber a esta parte. La sociología latinoamericana, en su versión más crítica, sobre todo a partir de la incorporación heterodoxa de las ideas del marxismo, fue sin duda una de las que más lejos ha llegado en esta dirección. Y resulta aún más destacable que lo haya hecho sin dar por tierra con los desarrollos teóricos previos, aun cuando muchas veces esto haya quedado implícito, invisibilizado o intencionadamente ocultado. Con Marx, esta sociología se tomó muy en serio que no se trataba de comprender la Historia, sino más bien de transformarla.
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Notas
Recepción: 02 Mayo 2022
Aprobación: 27 Febrero 2023
Publicación: 01 Septiembre 2023