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Experiencias militantes, expectativas revolucionarias y memorias de sobrevivientes de los años ’70 en Santa Fe
Resumen: En este artículo indagamos en las memorias revolucionarias posibles en un contexto histórico democrático post-dictadura, pero también post-derrota de una experiencia militante única en nuestra historia reciente. Nos preguntamos por los recuerdos de las y los protagonistas de esas acciones políticas radicalizadas. Partimos de una historia situada, de la investigación doctoral, que nos permitió achicar el foco de análisis para indagar en profundidad en los sentidos de aquellas experiencias. Reflexionamos sobre las memorias de militantes que integraron organizaciones político-militares (OPM) revolucionarias peronistas entre 1969 y 1973 en la ciudad de Santa Fe. La puerta de entrada a esas memorias y experiencias vividas es un conjunto de entrevistas orales. Indagamos en torno a los sentidos y significaciones de las narrativas que los propios protagonistas de los años ’70 expresaron en sus relatos. Atendimos a los marcos sociales de las memorias y al contexto histórico en el que tuvieron lugar sus experiencias con expectativa revolucionaria que atravesó el horizonte político de sus acciones y prácticas. El estudio de las experiencias militantes de los primeros años ‘70 desde el abordaje local presenta la posibilidad de enfatizar en las singularidades y complejizar el tema, sin perder de vista la totalidad del proceso histórico.
Palabras clave: Experiencias, Militancias, Revolución, Memorias, Historia oral.
Militant experiences, revolutionary expectations and memories of survivors of the 70s in Santa Fe
Abstract: In this article we investigate the revolutionary memories possible in a democratic historical context, post-dictatorship, but also post-defeat of a unique militant experience in our recent history. We ask ourselves about the memories of the protagonists of these radicalized political actions. We started from a situated history, from doctoral research, which allowed us to narrow the focus of analysis to investigate in depth the meanings of those experiences. We reflect on the memories of militants who joined revolutionary Peronist political-military organizations (OPM) between 1969 and 1973 in Santa Fe. The gateway to these memories and lived experiences is a set of oral interviews. We investigate the meanings of the narratives that the protagonists of the 70s expressed in their stories. We attended to the social frameworks of the memories and the historical context in which they had their experiences with revolutionary expectations that crossed the political horizon of their actions and practices. The study of the militant experiences of the early '70s from a local approach presents the possibility of emphasizing the singularities and making the topic more complex, without losing sight of the entire historical process.
Keywords: Experience, Militancy, Revolution, Memory, Oral History.
Introducción
“(…) la “verdad” no está ni dentro ni fuera de las puertas del paraíso, ni adentro de la
conciencia individual ni fuera de ella: está en los confines, en el lugar donde lo interno y lo
externo, la subjetividad y la historia, la institución y el espacio social se encuentran,
dialogan, chocan y, en este proceso, ambas cambian de piel, se redefinen y se vuelven más
ellas mismas” (Portelli, 2018, p. 9).
En el marco de la investigación para la tesis doctoral, realizamos más de una veintena de entrevistas orales a militantes de OPM peronistas que tuvieron presencia activa en la ciudad de Santa Fe durante la década del ‘70: Montoneros y Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) principalmente. Dialogamos con ellos y ellas, “intercambiamos miradas” en las entre-vistas: “mucho más que otras formas de arte verbal, la historia oral es un género plurivocal, resultado del trabajo común de una multiplicidad dialogante de autores" (Portelli, 2016, p. 70).
De aquellos diálogos con las y los entrevistados, en los cuales nos compartieron sus experiencias militantes, intentamos comprender los sentidos de aquellos hechos vividos y las memorias construidas en torno a ellos. Enfocamos las entrevistas en torno a sus trayectorias militantes (Fillieule, 2015; Longa, 2010),1 es decir que nos ubicamos en los desplazamientos o cambios en los espacios de socialización de las y los actores sociales en virtud de sus experiencias en la militancia revolucionaria. Rastreamos las dimensiones subjetivas de la militancia en las huellas de los testimonios orales plagados de un universo de significaciones; ya que, como sabemos, un testimonio es significativo por lo que dice, por cómo lo dice, por hablar en nombre propio y en nombre de otros que no pueden hacerlo, por el momento y las circunstancias en que lo dice y también por el uso que se le da.
En este artículo interesa poner en juego el dialogo entre experiencias, expectativas y memorias de militantes a partir del estudio realizado para la investigación doctoral y centrándonos principalmente en dos preguntas: ¿cuáles fueron los sentidos de las experiencias militantes post-dictadura? Y ¿cómo se recuerdan esas militancias radicalizadas? Para llevar adelante este estudio estructuramos el trabajo en cuatro apartados que nos permiten ir del marco general —tanto teórico como histórico— hacia el análisis en profundidad de las entrevistas.
Caja de herramientas, marco teórico
Como mencionamos, en este artículo se analizan las experiencias, las expectativas y las memorias de militantes de los años ‘70, sobrevivientes del terrorismo de estado. A su vez, el estudio se realizó adscribiendo a la historia local, entendida como una práctica historiográfica (Andújar y Lichtmajer, 2021) y como una historia localizada que permite profundizar aspectos complejos de lo social al centrarse en espacios más reducidos (Bandieri, 2021). La ciudad de Santa Fe, capital de la provincia homónima, constituyó una importante sede de la emergencia y accionar de las dos organizaciones político-militares revolucionarias más relevantes del período, a saber: Montoneros y PRT-ERP.
El estudio de las y los actores en su tiempo histórico estuvo guiado, fundamentalmente, por las categorías analíticas de espacio de experiencia y horizontes de expectativa (Koselleck, 1993).
La experiencia y la expectativa son dos categorías adecuadas para tematizar el tiempo histórico por entrecruzar el pasado y el futuro. Las categorías son adecuadas para intentar descubrir el tiempo histórico también en el campo de la investigación empírica (…). La experiencia es un pasado presente, cuyos acontecimientos han sido incorporados y pueden ser recordados (…). La expectativa: está ligada a personas, siendo a la vez impersonal, también la expectativa se efectúa en el hoy, es futuro hecho presente, apunta al todavía-no, a lo no experimentado, a lo que sólo se puede descubrir (Koselleck, 1993, pp. 337-339).
Espacio de experiencia y horizonte de expectativa enlazan pasado y futuro de manera desigual en el presente. El juego y tensión entre ambas categorías permiten reflexionar sobre el objeto de estudio. Las y los militantes de los años ‘70 tenían un horizonte de expectativa revolucionario muy claro, basado en las experiencias pasadas y presentes que su tiempo histórico les enseñaba. A su vez, a partir de ese horizonte de expectativa comenzaron a vivir sus experiencias militantes. Pero esto no queda cristalizado como una fotografía, sino que accedemos a ese proceso histórico a partir de otros presentes. La categoría de régimen de historicidad se ubica en las tensiones entre experiencia y expectativa y, a su vez, presenta correlaciones con las formas de historiografía (Hartog, 2009). Las lecturas de Koselleck (1993), Hartog (2009) y Traverso (2014) nos permitieron reflexionar sobre el tiempo histórico y sobre los regímenes de historicidad entre los siglos XX y XXI. Las y los militantes de los años ´70 en Argentina vivieron una época (Gilman, 2003) que combinó un horizonte de expectativa revolucionario con un régimen de historicidad que miraba hacia esos futuros utópicos.
Asimismo, es necesario plantear una definición de cómo entendemos a las OPM.2 Se trata de un actor o sujeto colectivo definido desde una identidad compartida y un horizonte común —la revolución—, que impulsó acciones tendientes al cambio social. La cuestión de la revolución ubica a las y los actores en el carácter imprescindible de la conciencia en la acción. Al respecto, nos remitimos a los sentidos complejos de la categoría de ideología (Eagleton, 1997, p. 278):
Cuando hombres y mujeres implicados en formas modestas y locales de resistencia política se vean transportados por el impulso interior de estos conflictos a una confrontación directa con el poder del Estado, es posible que su conciencia política pueda modificarse de manera definitiva e irreversible. Si la teoría de la ideología tiene algún valor, es el de que contribuye a iluminar el proceso por el que puede llevarse a cabo en la práctica esta liberación respecto de creencias que versan sobre la muerte.
Estas “creencias que versan sobre la muerte” representan la ideología dominante opresora, y la única manera de transformarlas es a partir de la lucha política activa de actores conscientes (Eagleton, 1997). La “teoría de la ideología” nos sirve, en este sentido, para analizar la práctica de las y los militantes en la búsqueda de sus objetivos revolucionarios.
También, desde el prisma teórico de los historiadores sociales ingleses (Hobsbawm, 1983, 1993; Thompson, 1981, 1989) que vinculan los conceptos de experiencia, interés, identidad y acción; retomamos el concepto de experiencia para referirnos a las vivencias en términos de acontecimientos, rutinas, prácticas sociales. Es decir, complejos de relaciones interpersonales e intergrupales condicionadas por relaciones de poder, así como representaciones y producciones imaginarias. A su vez, la experiencia se entiende como la base de la identidad, concebida como sentimiento de pertenencia. La identidad colectiva es una “definición compartida e interactiva, y producida por individuos en interacción, concerniente a las orientaciones de su acción, así como al campo de oportunidades y restricciones en el que tiene lugar su acción” (Melucci, 1994, p. 172). En palabras de Calhoun, la misma representa:
(…) la relación entre la singularidad de una identidad personal y la multiplicidad de identidades sociales a las que una persona puede dar a luz contiene ciertas ambigüedades (…) en ciertas circunstancias, cada una de estas puede suponer un llamado –más o menos imperativo a verme a mí mismo como miembro de una colectividad (Calhoun, 1999, p. 92-93).
Teniendo en cuenta estos conceptos y, en conjunción con Pizzorno (1994), se propone emplear a su vez el concepto de identificación que resalta la importancia de la situación contextual de los sujetos, de la “retahíla de yoes” que definen a un sujeto. En diferentes situaciones los individuos dan prioridad a uno u otro “yo” que lo constituyen. En ese proceso también son construidas constantemente las identidades políticas, “mediante la socialización en el fragor de la lucha, es decir, mediante la inculcación de creencias y de representaciones relativas al poder (dimensión vertical) y a los grupos de pertenencia (dimensión horizontal)” (Giménez, 2007, p. 208). Desde estas perspectivas, las identidades políticas son identificaciones colectivas que se basan en una ideología, en un programa o doctrina y, a partir de allí, construyen su historia y sus memorias. Bajo la misma concepción de proceso, estudiamos las militancias puestas en práctica por las y los actores teniendo en cuenta las nociones de carrera y trayectoria (Fillieule, 2015; Longa, 2010; Pudal, 2011; Agrikoliansky, 2017). Ambas categorías teórico-metodológicas nos permitieron abordar las fuentes orales. La noción de carrera militante posibilita:
(…) trabajar conjuntamente las cuestiones de las predisposiciones a la militancia, del paso a la acción, de las formas asumidas, diferenciadas y variables, en el tiempo que adopta el compromiso, de la multiplicidad de los compromisos a lo largo del ciclo de vida —desvinculación(es) y desplazamientos de un colectivo al otro, de un tipo de militantismo a otro— y de la contracción o extensión de los compromisos (Fillieule, 2015, p. 200).
Por otro lado, las trayectorias militantes, favorecen la identificación de:
(…) las transiciones específicas que han ocurrido en la vida de un sujeto, en relación directa con el problema de investigación. Es un enfoque menos abarcativo que las historias de vida (…). En las trayectorias no es necesario abarcar la totalidad de la existencia del sujeto (aunque puede incluirse), siendo que la importancia está puesta en el pasaje de un espacio de socialización al otro en virtud de la temática estudiada (Longa, 2010, p. 11).
Así, reconstruimos las experiencias vividas y las acciones colectivas a partir de las trayectorias militantes de las y los actores que nos brindaron entrevistas. Indagamos en la conformación de una subjetividad colectiva que se construye en relación a la estructura social de ese momento, en el doble juego de instituir y ser instituido por ella (Giddens, 1995; Retamozo, 2009). Esta subjetividad la concebimos como configuración, es decir como “un proceso móvil que articula elementos (códigos) heterogéneos (cognitivos, emotivos, éticos, estéticos, etc.) para revestir de significado a situaciones particulares” (Retamozo, 2009, p. 104). Entonces, entendemos la subjetividad como una red semántica que fija sentidos, a partir de los significados de las experiencias sociales y desde allí delimita un nosotros, es decir una identidad. En este caso, nos permitimos avanzar en la reflexión sobre la subjetividad militante como categoría posible que aunó los procesos sociales y de sentidos descritos hasta el momento.
A estas herramientas teórico-analíticas le sumamos los estudios de las dimensiones afectivas, expresadas a través de los vínculos, las prácticas y las experiencias (Ahmed, 2015). Teniendo en cuenta las especificidades de la localidad de Santa Fe, los vínculos de familias tradicionales son muy fuertes y se torna fundamental el estudio de las redes sociales en la configuración de las agrupaciones; especialmente el papel de los lazos afectivos en las organizaciones clandestinas (Della Porta, 2011). Se abordaron las redes sociales y las vinculaciones afectivas que atravesaron los actores en sus ámbitos sociales y de socialización política.
Asimismo, analizamos estas experiencias militantes revolucionarias desde las memorias de las y los sobrevivientes, por lo que agregamos más categorías a tener en cuenta. Al analizar los testimonios referidos a experiencias militantes de los años ‘70 nos topamos con la particularidad de que los mismos están atravesados, a su vez, por la experiencia extrema que vivieron al tratarse de personas sobrevivientes del terrorismo de estado argentino.
Todo testimonio sobre una experiencia extrema pone en juego no solamente la memoria sino también una reflexión sobre sí. Es por esto que los testimonios deben ser considerados como verdaderos instrumentos de reconstrucción de la identidad, y no solamente como relatos factuales, limitados a una función informativa (Pollak, 2006, p. 13).
De la misma manera, las memorias presentan esta característica de variación en el tiempo. La memoria de actores individuales o colectivos implica un tipo de relación de los mismos con el pasado, y no se produce sólo desde el presente hacia el pasado: se trata, más bien, de una relación dialéctica entre los tiempos y entre el o la entrevistadora y el o la entrevistada. Si bien el pasado es inmodificable, sus sentidos sí son variables y dependen de los tipos de representaciones que se erijan en torno a él. Las memorias constituyen este tipo de representaciones del pasado construidas por distintos grupos, que a su vez pueden ser modificadas por diversos factores externos a lo largo del tiempo.
A su vez, la condición de sobrevivientes sin duda atraviesa las memorias de la época y las identidades. Preguntamos por sus experiencias, nos interesamos por sus historias de vida, pero indefectiblemente surgieron las narraciones sobre los que ya no están, sobre los que no han vuelto para contarlo. Estos relatos nos ubicaron en el hecho de que son sobrevivientes, como sostuvo Levi (2011):
No somos nosotros, los sobrevivientes, los verdaderos testigos. Ésta es una idea incómoda, de la que he adquirido conciencia poco a poco, leyendo las memorias ajenas, y releyendo las mías después de los años. Los sobrevivientes somos una minoría anómala además de exigua: somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona, no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los "musulmanes", los hundidos, los verdaderos testigos, aquellos cuya declaración habría podido tener un significado general. Ellos son la regla, nosotros la excepción… (p. 77-78).
Las dificultades para comenzar a narrar su propia historia y muchos silencios tienen vinculación con esta incomodidad. Como un imperativo moral muy fuerte se presentó la necesidad de nombrar y recordar a aquellos que no han vuelto para contarlo:
Los que tuvimos suerte hemos intentado, con mayor o menor sabiduría, contar no solamente nuestro destino sino también el de los demás, precisamente el de los "hundidos"; pero se ha tratado de una narración "por cuenta de un tercero", la relación de las cosas vistas de cerca pero no experimentadas por uno mismo. La demolición terminada, la obra cumplida, no hay nadie que la haya contado, como no hay nadie que haya vuelto para contar su muerte (Levi, 2011, p. 78).
Como "no hay nadie que haya vuelto para contar su muerte" nos enfocamos en las narraciones que pueden contar sus vidas. Evidentemente Primo Levi llevó al extremo esta cuestión y —si se nos permite— diferimos respecto a que "las cosas vistas de cerca" no constituyen experiencias propias. El haber estado allí —en sus prácticas cotidianas, acciones, discursos— constituye la experiencia de las y los entrevistados que los convierte en algo más que testigos del terror: ellas y ellos han sido protagonistas, agentes activos de la militancia de una época. Sí, es cierto, han sido detenidas, detenidos, perseguidas, perseguidos, torturadas, torturados, exiliadas, exiliados y han visto cómo sus compañeras y compañeros sufrieron las mismas vejaciones hasta el extremo de la muerte o desaparición. Pero esta no ha sido su única experiencia, y allí donde se pudo echar un vistazo por la hendija de las experiencias vividas es que nos introducimos para dialogar.
Finalmente, volvimos sobre las y los entrevistados para indagar en profundidad sobre los sentidos de la experiencia militante, sabiendo que es prácticamente imposible “discernir cuál experiencia particular es más significativa que otra, o cuál entre todos los posibles narradores extraordinarios y elocuentes se queda afuera” (Portelli, 2016, p. 30). Aunque la historia oral presente de manera tan clara el carácter incompleto y parcial de sus resultados, sabemos que esta particularidad concierne a toda investigación histórica. De todos modos, las reflexiones que el análisis de los testimonios nos permitió, reflejan que esta limitación de las fuentes es también su profunda potencia. Dado que pudimos indagar en las complejidades “entre lo que permanece y lo que cambia, entra la posibilidad/necesidad de “hacerse cargo” y aquello que el tiempo y las interacciones con otros aportan” (Oberti, 2015, p. 27). En definitiva, indagamos en los sentidos más profundos de la experiencia militante desde la voz de las y los entrevistados, interpretando sus subjetividades y memorias.
Contexto histórico de las militancias setentistas
En este apartado interesa dar cuenta del origen de la militancia revolucionaria de los años ’70 en Argentina y reponer, de manera sintética, los principales estudios que se centraron en esta temática desde la historiografía argentina.3
Las experiencias contemporáneas de América Latina y Asia y los procesos de descolonización en África marcaron un clima de expectativas revolucionarias posibles. Para repasar los principales procesos socio-políticos y las formas culturales de las cuales fueron emergentes las y los militantes revolucionarios de los años '70 en la Argentina, introducimos el concepto de época (Gilman, 2003) entendiendo que tiene "un espesor histórico propio y límites más o menos precisos que la separan de la constelación inmediatamente anterior y de la inmediatamente posterior, rodeada a su vez por umbrales que permiten identificarla como una entidad temporal y conceptual por derecho propio" (p. 4). Entonces, los años '60 y '70 constituyen un "bloque", en palabras de la autora, atravesado por una problemática común: la valorización de la política y la expectativa revolucionaria.
Ese proceso de radicalización se expresó en tiempos tan vertiginosos que la mejor metáfora para graficarlo sería: "la del carro furioso de la historia, que atropellaba a los tibios en su inevitable paso" (Gilman, 2003, p. 5). En este acelerado tiempo histórico, una generación de jóvenes fue parte de aquella necesidad de cambio radical. Estos jóvenes fueron las y los protagonistas de una revolución cultural que impactó sobre sus comportamientos y costumbres, al tiempo que se entramaron en un proceso de movilización, protesta social y radicalización política. Asimismo, la renovación de la iglesia a través del catolicismo posconciliar de mediados de los años ‘60, representó un espacio donde las y los jóvenes articularon sus creencias religiosas, intereses sociales y prácticas políticas.
De esta manera, amplios sectores de la sociedad —clase trabajadora, sectores medios, del campo de la cultura, de la Iglesia renovada y sectores estudiantiles— sintieron que debían "subirse a aquel carro" y protagonizar aquellos intensos procesos de transformación radical. La conjunción de los procesos de movilización social y política junto con el de modernización cultural de los años '60 y '70 fueron motorizados por jóvenes, que se vincularon de diversa manera con el peronismo, con el socialismo y con la revolución, dando lugar al complejo fenómeno de la nueva izquierda en la Argentina (Tortti, 2014). En este contexto, se recortó una fracción de aquella juventud que comenzó a debatir acerca de la necesidad de utilizar la metodología de la lucha armada y la vía revolucionaria para la toma del poder.
En Argentina, además, podemos encontrar las raíces de esta época ubicándonos en el año 1955, con la Revolución Libertadora, que dio pie a la proscripción del peronismo y al exilio de su líder. En nuestro caso entonces, dentro de este período de 1955 a 1976, profundizamos a su vez en un subperíodo que implicó un ciclo de protesta (Mc Adam, Tarrow y Tilly, 2005) abierto entre los años 1969-1973. Los "azos" del año 1969 provocaron la crisis de dominación social del Onganiato y el aceleramiento de este proceso de radicalización social y política en marcha. La dictadura militar de 1976, al igual que las dictaduras del Cono Sur de mediados de la década del '70 marcaron el reflujo de aquel movimiento tan vertiginoso.
Entre las OPM que se organizaron en los años ´70, nos encontramos con las del peronismo revolucionario. La formación de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) data de mediados de 1966; aunque su presencia pública se produjo recién en octubre de 1968, tras la caída de militantes en la localidad de Taco Ralo, en la provincia de Tucumán (Raimundo, 2004).
(…) las FAP se habían agrupado en torno a una serie de acuerdos mínimos que no tardaron en entrar en tensión: la consideración del peronismo como Movimiento de Liberación Nacional; el regreso de Perón como objetivo; la identificación del imperialismo y la oligarquía como principales enemigos y la lucha armada como metodología. En principio, la caída en Taco Ralo y luego el Cordobazo generaron un fuerte impacto en la organización, que para responder a la nueva etapa se concentró en la guerrilla urbana y se nutrió tanto de activistas de las juventudes universitarias recientemente radicalizadas como de experiencias sindicales y clasistas (González Canosa, Stavale, 2021, p. 6).
Según hemos podido relevar de la investigación de la tesis doctoral, si bien las FAP no tuvieron una regional orgánica en Santa Fe, sí tejieron importantes redes con militantes del norte de la provincia que se constituyeron, luego, como el “Grupo Reconquista” que se integró a Montoneros.
El proceso de integración de los diferentes grupos —Córdoba, Santa Fe, Reconquista, Sabino y ‘Fundador’ [Buenos Aires] (Lanusse, 2007)— se aceleró al producirse el operativo más grande, hasta el momento, que lanzará Montoneros4 como OPM al espacio público: el secuestro del expresidente Pedro Eugenio Aramburu, el 29 de mayo de 1970.5 Desde fines de 1969 —momento en que comienzan a unirse los grupos— y mayo de 1970 se produjo la articulación de la OPM Montoneros. La organización debía tener un carácter ‘nacional’, razón por la cual en lugar de incorporarse a FAP crearon una nueva OPM. En un principio la intención había sido incorporarse a esta organización, pero la centralidad de la dirección en Buenos Aires echó atrás a la mayoría de las y los militantes que provenían del “interior” del país y que esperaban cierta autonomía (Perdía 2016, Lanusse 2007). El ingreso de las y los militantes santafesinos a la articulación que ya había comenzado del grupo Buenos Aires y el grupo de Córdoba marcó una importante impronta de ese “federalismo” que se impulsaba. Desde el inicio de Montoneros, la autonomía de las regionales será una definición política y una práctica posible por un tiempo. Esta estructura se transformará al calor de la dinámica de la OPM (Raina, 2023).
Pudimos constatar las particularidades del caso a partir, también, de la lectura de una profusa bibliografía centrada sobre todo en la organización Montoneros: desde el trabajo pionero de Gillespie (1987), pero también los ahora clásicos Lanusse (2007) y Salcedo (2011) que plantearon matices a aquella obra respecto a los orígenes de la OPM (Lanusse, 2007) y a la necesidad de estudiar la organización por zonas (Salcedo, 2011). En esta última década y media, no sólo han proliferado los trabajos centrados en Montoneros desde perspectivas novedosas, renovadas tanto por la ampliación de fuentes como de enfoques de investigación diversos (Slipak, 2015; Campos, 2016; Gil, 2019; Otero, 2019); sino que han crecido notablemente los estudios especializados en distintas aristas de la militancia peronista revolucionaria en general: desde organizaciones que se fraccionaron de aquella OPM como ser el caso de Montoneros Sabino Navarro (Seminara, 2015), hasta la incorporación de la perspectiva de género en el estudio de la militancia revolucionaria de los años ’70 (Andújar, 2009; Oberti, 2015; Noguera, 2019) o los trabajos centrados en la juventud militante y peronizada (Manzano, 2017; Bartolucci, 2017). En un libro colectivo, Tortti (2021) volvió a compilar una serie de trabajos que reflexionan sobre la nueva izquierda en la historia reciente argentina. Nos ha sido muy provechoso revisitar algunos trabajos como los de Tocho y Stavale, pero sobre todo el texto de González Canosa y Chama que reflexiona sobre las categorías de “politización y radicalización”.
Respecto a las FAR, González Canosa (2021) merece una especial mención, porque su trabajo ha sido un importante aporte de una OPM vacante hasta entonces. Las FAR se conformó por grupos fraccionados del Partido Comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria-Praxis (MIR-Praxis) que se habían intentado unir a la guerrilla del “Che” Guevara en Bolivia, a inicios de los años sesenta. Se presentaron públicamente con la toma de la localidad bonaerense de Garín en julio de 1970 y un año después:
(…) asumieron el peronismo como identidad política propia desde una perspectiva marxista y un proyecto político cuyo objetivo final era el socialismo. A su vez, durante 1971 comenzaban a plantearse cómo articular su accionar más orgánicamente con grupos de activistas a nivel barrial, estudiantil y sindical, al tiempo que intentaban converger con FAP, Montoneros y Descamisados en una instancia de coordinación común e iban creando sus propias regionales en distintos lugares del país, como Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Santa Fe y Mendoza (González Canosa, Stavale, 2021, p. 11).
En nuestro caso de estudio contamos con algunas trayectorias militantes de FAR muy significativas, tanto por su propia experiencia como por sus vinculaciones familiares y afectivas con activos militantes de la OPM a nivel nacional. Las FAR tuvo sus cuadros políticos, sus comandos de acciones armadas y sus organizaciones de base en Santa Fe (Raina, 2024).6
Una vez iniciado el estudio general, pudimos constatar que el interés por el mundo del peronismo revolucionario local se nutría de múltiples aristas: desde el aporte de importantes figuras de Santa Fe a la Conducción Nacional de Montoneros; hasta los matices, tensiones y complejidades que las configuraciones identitarias de las y los militantes implicaban. Estuvieron atravesadas y atravesados por el peronismo como ideología y como experiencia política concreta; por la violencia revolucionaria que la experiencia político-militar implicaba, y por la afectividad que fue transversal a toda la experiencia militante.
Al pensar las y los actores de la izquierda peronista (Gil, 2019) nos introducimos en el mundo de significaciones del peronismo. Hemos estudiado quiénes fueron las y los militantes que protagonizaron el ciclo de protesta de los años 1969 a 1973. Una de las matrices comunes que hallamos fue la de ser jóvenes cristianos. Algunos de los entrevistados tuvieron una experiencia más cercana a los de la primera generación de la izquierda peronista, en el sentido de que: en los primeros ´60s “respiraban peronismo naturalmente” (Gil, 2019). Se trata de una matriz más “interna” al peronismo que la de la segunda generación. De todos modos, entre experiencias vividas más directamente o recuperaciones imaginarias de la historia (Sigal y Verón, 2008), las y los entrevistados fueron parte de esta generación de militantes de la izquierda peronista.
Hay un universo de sentidos que circula en el imaginario peronista como red compleja de representaciones y símbolos. Este orden simbólico que circunda durante el ciclo de protesta incluye imágenes y sentidos tan variados como: las herencias de la resistencia peronista del '55; las identificaciones clasistas; las referencias provenientes del catolicismo postconciliar —que por una serie de identificaciones convierte a sectores de la Iglesia católica previamente antiperonistas al peronismo por la asociación: opción por los pobres/ pobres=trabajadores/ trabajadores=peronistas (Campos, 2016)—; el movimiento estudiantil vinculado con estos sectores de la iglesia renovada; la consigna abarcadora del "Luche y vuelve" y la masividad de la identificación peronista durante la campaña del retorno del líder al país y el proceso eleccionario que conduce a Cámpora a la presidencia en el año 1973. Las y los actores que hemos estudiado han tenido su vinculación con el peronismo desde alguna o varias de estas experiencias, hayan sido vividas directamente o no (en el sentido que pueden haber atravesado más de una de ellas).
Se buscó contribuir con esta investigación a los estudios específicos sobre la militancia revolucionaria de los años ’70 en un espacio situado. Analizamos la dinámica de las acciones de las OPM en la práctica. Allí es donde la escala de análisis resultó fundamental para poder llevar adelante este estudio y a la vez se reveló como una clave explicativa. Es decir, la escala media de la ciudad, los ámbitos comunes de los y las militantes, los vínculos afectivos y las redes que se tejieron entre ellas y ellos revelaron un funcionamiento en la práctica de las OPM que superaba los debates que mantenían en otras regiones.
Marco social de las memorias revolucionarias
Al trabajar con fuentes orales y centrarnos en las memorias militantes nos enfocamos en los contextos sociales de las mismas que constituyen los marcos de escucha y de lo decible en diferentes coyunturas históricas. Asimismo, tenemos muy presente los recaudos que propone la historia oral a la hora de analizar e interpretar los relatos. Un dato intrínseco de los documentos orales es que existe un tiempo que distancia al narrador y narradora del ahora con el narrador o narradora del pasado. Al respecto, los aportes de Portelli (2016, p. 27) fueron fundamentales:
A menudo se ha producido una evolución en su conciencia subjetiva y en sus condiciones sociales, que lo llevará a modificar, si no los hechos, al menos el juicio que da sobre ellos y por tanto a la forma de su relato.
Esto fue especialmente tenido en cuenta en relación a la cuestión de la lucha armada que trajo respuestas, pero también silencios y tensiones. Lo “no dicho” no significa específicamente “olvido”, “algunos datos quedan por fuera del relato no porque hayan sido olvidados, sino porque son “demasiado” recordados” (Portelli, 2016, p. 27). Dicho esto, queda claro que las memorias fueron tomadas como evidencias históricas que debían ser interpretadas y las posiciones de las y los narradores también. Algunas y algunos pudieron distinguir su presente del pasado con una distancia reflexiva y crítica sin necesidad de impugnarlo o glorificarlo. Otras y otros se mostraron inmersos en aquella experiencia vivida sin referencias explícitas al presente, desde la posición de “narradores épicos” (Portelli, 2016). Como todo estudio que involucra las memorias, debemos tener en cuenta los marcos sociales (Halbwachs, 2004) en los cuales se llevaron adelante las entrevistas.
Las y los entrevistados han atravesado todas las coyunturas que se pueden contabilizar desde la transición democrática hasta el momento de la entrevista, ya que son actores sociales y fueron parte de cada uno de esos contextos sociales y políticos (tanto de forma instituida como instituyente). De esta manera muchos procesos y tiempos históricos actúan al momento de rememoración de una persona. Decíamos que la lucha armada fue una experiencia común al conjunto de entrevistadas y entrevistados sea que en términos individuales se haya practicado o no; ya que se trató de la inserción en una OPM que tenían como metas acciones revolucionarias. Por lo que, entendemos que adherían a los objetivos y formas de acción política de la organización que integraban en aquel tiempo. Dicho esto, de todos modos, nos preguntamos: ¿qué es lo “narrable”? ¿cuáles experiencias de las que atravesaron son narrables? Y también, ¿qué es audible en términos sociales contemporáneos? ¿cuáles acciones de su experiencia son legítimas para contextos democráticos y cuáles no? ¿las memorias revolucionarias son posibles? ¿cuáles son los procesos históricos que intervienen en estas (im) posibilidades? Para responder estas preguntas empezamos por los procesos globales para luego centrarnos en los testimonios de las y los ex militantes entrevistados.
Memorias revolucionarias en tiempos no revolucionarios
“Repensar proyectos revolucionarios en una era no revolucionaria es una melancolía
fecunda porque entraña el “efecto transformador de la pérdida” (Traverso, 2018, p. 55).
El postulado de este título no se vuelve imposible si la melancolía que representa el estado de ánimo de las izquierdas derrotadas se logra transformar, asimilar y transmitir de alguna manera. A nivel histórico-social esta melancolía de izquierda (Traverso, 2018) encuentra su fundamento en la caída de todos los proyectos revolucionarios comunistas o socialistas de fines de la década de 1980. Dos dialécticas dejaron de funcionar y eclipsaron los sentidos de futuro utópico que había hasta ese momento. Por un lado, la dialéctica entre melancolía y utopía: “la fusión del sufrimiento de una experiencia catastrófica y la persistencia de una utopía vivida como un horizonte de expectativa y una perspectiva histórica” (Traverso, 2018, p. 105). Esta dialéctica había permitido que generaciones anteriores superen sus propias melancolías y tengan en su horizonte de expectativa la revolución. Como sostenía Sazbón (1995) no podemos adjudicar la derrota a la crisis del marxismo, ya que el marxismo se creó y recreó en crisis durante toda su existencia.
En nuestro país, en los años ´70 las y los militantes revolucionarios también tuvieron que superar melancolías previas. Antes de 1989 “las derrotas históricas tenían un sabor de grandeza y de gloria. Merecían, sin duda una crítica retrospectiva pero no sembraban desesperación, suscitaban admiración, inspiraban coraje y fortalecían la lealtad” (Traverso, 2018, p. 104). Por otro lado, la dialéctica entre pasado y futuro también se modificó: nuestro régimen de historicidad, en el siglo XXI, es el presentismo. Las derrotas revolucionarias y la crisis de la imaginación utópica conducen a que “nuestra época de humanismo neoliberal postotalitario no percibe el pasado como un tiempo de revoluciones, sino más bien como una era de violencias” (Traverso, 2018, p. 105) y con esta rememoración quita las posibilidades de futuro. A la vez ubica a las memorias en el lugar que antes ocupaban las utopías: “las memorias de los vencidos contienen una fuerte carga melancólica que no recuerda tanto las luchas como la opresión” (Traverso, 2018, p. 106). Nos queda claro que la derrota de los proyectos revolucionarios creó un paradigma melancólico en donde la figura principal fue la víctima y no el militante revolucionario. Reconocer la derrota no necesariamente significa renunciar a la resistencia y eso es importante para el presente y el futuro. La conciencia de la derrota puede llevar a visualizar futuros que mientras tanto son desconocidos.
El arco temporal de realización de las entrevistas fue desde 2015 a 2022. Como mencionamos, el marco de la entrevista no sólo abarca el momento en que se produce, sino que incluye todas las coyunturas que las y los entrevistados atravesaron como parte de su historia personal. Muchos determinantes influyen en el proceso de rememoración de una persona:
Las exigencias del presente, el peso de los discursos dominantes sobre el pasado, el cambio de las condiciones que determinan su audibilidad y legitimidad, las políticas de la memoria desarrolladas desde el Estado, entre otros factores, pueden determinar modificaciones sustanciales en los contenidos de las memorias (Lvovich y Bisquert, 2008, p. 9).
Más allá de la constatación de los diferentes marcos sociales de la memoria en los que se subsumen los testimonios orales de las y los ex militantes de los años ’70; en nuestro país, se ha ido forjando una cultura de la memoria (da Silva Catela, 2008; Alonso, 2009, 2011, 2022; Franco, 2014; Crenzel, 2020; Messina, 2021) que remonta sus raíces a la década de 1980, al calor del mismo proceso a nivel mundial. Esta cultura de la memoria incluía no sólo recordatorios, museos y monumentos, sino que también modificó el vínculo entre la representación del pasado y la justicia ya que se vincula con un movimiento de reparación moral, jurídica y en ocasiones financiera de las víctimas, la creación en diversas latitudes de comisiones estatales destinadas a establecer las responsabilidades de los involucrados en delitos de lesa humanidad y, muchas veces, la comparecencia ante estrados judiciales nacionales o internacionales de sus principales instigadores o ejecutores (Lvovich y Bisquert, 2008, p. 9).
La impronta de los años de transición democrática en la Argentina ha generado una matriz de sentido que concibe a la política de una manera consensualista y, como contrapartida, observa a los años sesenta y setenta desde la preponderancia de los valores democrático-parlamentarios. Pero aún así, existen coyunturas políticas que han puesto en riesgo este consenso social que se había alcanzado; comenzando con el gobierno de Mauricio Macri en 2015, que descalificó a los organismos de derechos humanos y sus demandas e igualó a las víctimas de la violencia guerrillera con los crímenes cometidos por el Estado, omitiendo su carácter de crímenes de lesa humanidad (Crenzel, 2020, p. 26). Este intento de reinstalación de la Teoría de los dos Demonios si bien encontró apoyo y alocución en importantes sectores sociales que manifestaron (y continúan expresando) públicamente sus posiciones negacionistas y de “memoria completa”, no pasó inadvertido para otros sectores de la sociedad que se movilizaron y resistieron en la defensa de memoria, verdad y justicia. Al cambiar el color político del gobierno y asumir la presidencia, en 2019, la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, la tendencia de disputa de las memorias no cambió sustancialmente. Si bien la tendencia que abogaba por “memoria completa” pasó a ser parte de la oposición al gobierno nacional por el período de mandato, no abandonó la batalla y triunfó fuertemente con la presidencia y vicepresidencia a cargo de Javier Milei y Victoria Villarruel, que asumieron el pasado diciembre de 2023. Este gobierno ultraderechista que pregona posturas negacionistas —cuando no directamente de defensa— respecto al terrorismo de estado y la última dictadura militar en Argentina, trastocó completamente los marcos sociales de producción y de escucha de este tipo de memorias. En este sentido, este contexto democrático carga con una hostilidad y unas limitaciones respecto a lo audible de estas experiencias que estamos atravesando y que no hemos podido dimensionar aún la capilaridad de su alcance. Ese análisis corresponderá a otros trabajos que estudien entrevistas realizadas en el presente marco de producción.
Análisis de las entrevistas. Memorias revolucionarias, sus narraciones, silencios e incomodidades
“La visión de los vencidos es siempre crítica” (Traverso, 2018).
Del conjunto de entrevistadas y entrevistados para la investigación doctoral, volvimos sobre cinco de ellas y ellos para preguntarles más directamente qué reivindicaban de su militancia de los años ’70 habiendo integrado las OPM peronistas de FAR o Montoneros. Resulta imposible desarrollar, en el marco de este artículo, cada una de estas trayectorias militantes sobre las que volvimos a realizar entrevistas. Sí aportaremos algunos datos comunes de estas militancias para que, a la luz de la lectura de sus testimonios, sean significativas las interpretaciones que realizamos a continuación. De todos modos, las particularidades de cada caso son representativas de una situación general que implicó el compromiso intenso de las y los militantes con las OPM. De acuerdo a las distintas experiencias vividas nos encontramos con variados recorridos y memorias diferenciadas.
Como rasgo general podemos empezar mencionando que las y los militantes eran amigos, familiares o conocidos del barrio, la escuela, la universidad o algún sindicato (Raina, 2023). De esta manera, la compleja red que comenzaron a tejer se inició desde lo afectivo en primer término. En una ciudad como Santa Fe, de rango medio —donde “nos conocemos todos” es un hecho y no una frase más—, el cruce de militantes en diferentes ámbitos, prácticas, actos o acciones implicó una particular forma de la acción colectiva. Lo político era parte no sólo de la época, sino de la cultura del momento, por lo que las y los militantes transitaban ámbitos sociales que politizaban y eran politizados por ellas y ellos. Por su parte, la elección por el peronismo revolucionario y la radicalización política, en los casos estudiados, encuentra explicaciones particulares pero generales a la vez. Algunas trayectorias provenían de familias peronistas, otras partían de lazos de parentesco antiperonista y su identificación política se produjo con posterioridad, a partir de las experiencias vividas en los ámbitos estudiantiles y católicos en vinculación con el Movimiento Sacerdotes por el Tercer Mundo. Diferentes experiencias previas a la militancia, condujeron a un proceso de identificación común y colectivo que los fue conduciendo a la integración en las OPM y a la acción. La radicalización constituyó una forma de hacer política que muchas y muchos asumieron al momento de involucrarse en la militancia. Una vez allí, las experiencias vuelven a diferenciarse: por un lado, contamos con integrantes de los grupos originarios y de las primeras células armadas de Montoneros; por otro, hay militantes de base, pero que tienen vínculos familiares con personas con jerarquía dentro de las FAR y por último, hallamos casos de experiencias de movilidad entre las dos OPM o que pasaron a ser parte de la columna Sabino Navarro desprendida de Montoneros. Cada una de estas experiencias, sin duda, marcó diversas identificaciones individuales aun cuando hablemos de un proceso común. Por más que se pueda establecer ese discernimiento, nos encontramos con trayectorias de compromiso con la militancia, en las que no hubo desinvolucramiento por parte de las y los militantes.
Nos valemos de estas experiencias militantes de OPM peronistas en Santa Fe, analizadas en el estudio de caso en profundidad, para poder indagar en las memorias revolucionarias de los años ’70 post dictadura en Argentina. En todos los casos hubo repreguntas que tuvieron que ver con mencionar la palabra revolución, la expectativa revolucionaria o ser revolucionario. Transcribimos a continuación algunos fragmentos de estas entrevistas.
Marta:
Lo primero que me sale es la valoración de lo colectivo. La pertenencia a lo colectivo que es una vivencia, es ideológico y político pero sobre todo a nivel vivencial, de experiencia vivida, ¿viste?
A mí me marcó para siempre, entonces en cualquier instancia laboral o de militancia, busco lo colectivo, armar algo colectivamente. Es estar convencida que no se puede construir solo, ¿no? (…)
Pregunta: ¿Vos creés que las personas que sobrevivieron pueden pensar en la expectativa revolucionaria que tenían todos como generación?
Respuesta: Bueno ahí veo divisoria de aguas. Porque ahí yo tengo algunos amigos, compañeros que sí, hasta tengo un grupo de whatsapp con los que compartimos esta perspectiva de continuar en la vida lo que empezamos y no dejarlo, como expectativa de vida. Más que en lo político, en lo ideológico, hacer la revolución en las medidas de las posibilidades que uno tenga. Y otros que no, otros empezaron como otra vida. Yo noto eso y bueno está bien, no me voy a pelear, pero tampoco tengo mucho de qué hablar. (…) Lo importante para mí es tratar de transmitir lo positivo y no lo negativo de lo vivido como generación, ¿viste? (Marta, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Las reflexiones de Marta circularon, de alguna manera, entre la experiencia en términos de formar colectivos, organizarse y tomar conciencia de los condicionamientos en cada contexto histórico.
Víctor:
Pregunta: ¿Con qué te identificas más de tu experiencia de militancia de los ’70?
Respuesta: Depende el interlocutor (risas). O sea, en realidad para mí fue una época extraordinaria. Para la mayoría creo. Yo como de los más pibes digamos, nosotros entramos en la adolescencia, entramos de lleno en la vida política en un momento muy especial digamos. Donde se estaba dando una ofensiva popular para que venga Perón y para ganar las elecciones, para que vuelva la democracia, para ganarle a la dictadura. Eso te marca de una forma indeleble, no hay forma que eso no te … o sea a esa edad, a los 13 años, 14, son cosas muy fuertes cuando te metes a esa edad a militar y de hecho hay muchos compañeros que seguimos militando, que seguimos haciendo cosas, acá, en Rosario, en Buenos Aires, en todos lados. Los que éramos de la UES por ejemplo, muchísimos casos de compañeros que siguen en distintas organizaciones, y nos seguimos encontrando y se siguen haciendo cosas. O sea que es evidente que, así como nos marcó a todos, yo percibo que a los pibes más chicos nos determinó de una manera muy fuerte ¿no? (Víctor, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
En este caso, evidentemente la cuestión generacional —o mejor dicho de la edad dentro de la generación, entendiendo a la misma a partir de las experiencias compartidas— ha marcado fuertemente su memoria militante. Además, con la referencia, chiste, del comienzo da cuenta de una importante conciencia respecto a los marcos sociales cambiantes que pueden ser habilitantes de ciertos relatos o no. Continúa:
Bueno para mí era extraordinario en todo, era perseguir la gloria, la victoria, cambiar el mundo. Y donde además por toda esa cuestión de los compañeros mayores, de las luchas que se venían dando también con un sentido del compromiso extremadamente fuerte, como un sello. Aún pese a todas las desgracias que ocurrieron en aquellos años, te estoy hablando antes de la dictadura, o sea, fue un momento de mucha alegría, de mucha pasión, de un furor tremendo. Yo cuando pienso la etapa más alegre de mi vida fue esta sin duda, aun con todas las cosas que pasaban (Víctor, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Carlos:
Yo rescato todo porque no tengo nada de qué arrepentirme. A lo mejor algunas cosas las hubiéramos podido hacer mejor, pero no tengo nada… yo sigo siendo Montonero. Yo no reniego, tengo un concepto medio extraño si se quiere: la organización se disolvió pero uno es Montonero para siempre porque ya no tenemos frente a quién rendirnos, salvo que nos rindamos frente a nosotros mismos. Entonces uno tiene que seguir en la lucha. Hay generaciones que caminan más lento hacia la utopía, es la etapa que nos toca vivir ahora. Nosotros caminamos más rápido hacia la utopía, pero la utopía siempre está. Como dice Galeano para eso sirve, para caminar (Carlos, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
En esta experiencia, la primera referencia fuerte la encontramos en la identificación política, desde su integración a Montoneros. Desde allí expresa las siguientes de no arrepentimiento y de valoración de la utopía. Continúa profundizando:
Entonces, si vos me preguntas, yo lo que más rescato es que fue una generación que entregó el corazón, me quedo siempre con la sonrisa de mis compañeros, con la entrega. Fue, no tanto los que quedamos vivos, pero los que no llegaron, eran probablemente una de las generaciones con más entrega que haya conocido nuestra historia, en todas las etapas de la historia hay generaciones con mucha entrega. Y yo, me tocó el privilegio de haber compartido la etapa más importante de mi vida, no hay ninguna etapa de mi vida más importante que el haber sido parte de la organización Montoneros. Entonces, es una generación que nos está faltando hoy, ¿viste? Porque yo la lucidez de esos compañeros, el dejar todo por el otre (…) (Carlos, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Refuerza esta idea de “entrega, honestidad y no descanso” como valores de la generación militante que hoy está ausente, es decir de las y los desaparecidos o asesinados durante el terrorismo de estado. En un momento afirma: “Era una generación que no descansaba, no teníamos tiempo para nosotros, el tiempo era darlo, darlo, era de los otros”; es muy interesante el uso de distintas personas en la misma frase, hablando de la generación como por fuera de ella, pero introduciéndose por momentos. La descripción de la entrega militante, revolucionaria corresponde a la definición de las personas que ya no están, “los verdaderos testigos” y la dificultad del sobreviviente para identificarse desde ahí, es clara. Como decíamos, estas cuestiones tienen que ver con el dolor de la pérdida de aquellas y aquellos compañeros:
Y tengo… ausencias, sí, que me duelen mucho. Pero tengo el raro privilegio de haber sido compañero de esas ausencias. Por ahí lo único que yo quisiera es, por ahí, reemplazar a alguno para que tuviera la suerte que tuve yo de conocer a mis nietos, es lo único que por ahí yo digo, me hubiera gustado reemplazar a alguno, es como una utopía bien grandota; poder reemplazar la vida de otro, porque ellos se quedaron sin todo, pero lo dieron todo. Es por ahí la única deuda grande que tengo, y por supuesto la deuda que tenemos con el pueblo que… de esta batalla que perdimos en aquella época es el resultado que estamos viendo, ¿no? La falta total de una sociedad más justa, más equitativa ¿viste? Pero bueno, es parte de la historia.
Ya es la séptima vez que declaro en los juicios. Siempre estoy. Esa es mi posibilidad de pelea hoy. No me arrepiento de nada, pero lo que sí, si existiera la posibilidad de intercambiar tiempos, me voy yo un rato, vení vos y viví (Carlos, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Los relatos sobre sus compañeras y compañeros de militancia "caídas y caídos"7 en aquella época mostraron, en general, una necesidad de reivindicación, de recuerdo para que no caigan (vuelvan a caer) en el olvido:
A mí me importa que aparezca en algún lado Clarita Argento8 y Abel Eduardo9, yo me entero hace poquito, cómo estaba Abel Eduardo que lo habían herido en Tucumán, durante un tiempo fue director del Hospital de Niños, esto me lo cuenta el Gerardo "Negro" Romero… (Marta, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
También evidenciaron una gran admiración por algunos militantes y compromiso con el que se identificaban:
(…) hay una carta de "Mateo", el Lino Roqué10 que le escribe a los hijos, fue un compañero que habrá sido el numero 3 o el número 4 de la organización, y le dice a los hijos que él se dio cuenta que tenía que convertirse en un revolucionario cuando vio un día, antes de los 12 años, que en la escuela donde él iba —imagínate estamos hablando de la década del ‘60— vio a un chico que iba a la escuela con él y que debajo del guardapolvo sólo tenía una camisa rotosa, un chico muy humilde; y que él ahí se dio cuenta de que cómo podía ser que la maestra les dijera que todos eran iguales ante la ley, si no podían ser iguales frente al frío. De qué sirve ser iguales frente a la ley, si él tenía ropa de abrigo y el otro no. Si aguantaba todo el día en la escuela con una batata asada…Eso siempre es como que uno, creo que eso que él cuenta en esa carta a los hijos, es como que en esa década del '70 hubo un crecimiento exponencial de todo eso (Carlos, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
En el fragmento de Carlos podemos ver una inserción de sí mismo en ese crecimiento de la conciencia social respecto a las injusticias y a las necesidades de cambio. Se incluye como parte de esa época. Otros, como Juan, manifiestan una naturalidad respecto a que los "más comprometidos" con la militancia estén muertos o desaparecidos:
Pregunta: ¿Y en ese grupo, quiénes estaban además de Fredy Ernst11?
Respuesta: Y bueno gente que ya no está más por supuesto. Estaba Chiocarello12, Yager13, Haidar14, eh y alguna otra gente, no me acuerdo ahora los nombres.
Sin embargo, su opinión se muestra elaborada, reflexiva y no recurre a heroicizaciones:
Si tengo que opinar de esa época, ni la santifico ni la demonizo. Porque se dan los dos extremos, los que dicen "ah la época gloriosa..." y los otros que "no…" creo que es una etapa digamos histórica que tiene sus contradicciones como todas las etapas, que se vivió intensamente, que se tenían muchos ideales, se hicieron muchas cosas, se cometieron muchos errores. Pero como decíamos, como nos repetíamos en las reuniones del libro,15 si nos hicieron lo que nos hicieron no fue por nuestros errores si no por los pocos aciertos que tuvimos. Por lo menos no me arrepiento de haberla vivido, ni de lo que hice. Tengo mi conciencia tranquila de haber actuado de acuerdo a mis convicciones y a lo que yo creía que podía dar y hacer (Juan, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
En estos testimonios podemos observar diferentes tipos de narradores respecto a sus memorias personales. Marta presenta el imperativo de una memoria herida, la necesidad de nombrar a ciertos compañeros y compañeras que no han tenido, a su parecer, suficiente reconocimiento. Carlos recuerda a un compañero que ha tenido un importante rol en la misma organización que él, e identifica a toda la generación con aquella elevada conciencia política. Por último, Juan muestra una distancia como narrador del presente y actor de aquel momento. Presenta lo que Portelli (2016) denominó "una evolución en su conciencia subjetiva y en sus condiciones sociales, que lo llevará a modificar, si no los hechos, al menos el juicio que da sobre ellos y por tanto a la forma de su relato" (p. 27).
Las cercanías o lejanías en los relatos respecto a los hechos vividos también son parte de las identidades políticas de estos ex militantes. Es decir, son parte del proceso de concientización y "toma de posición" en el pasado y en el presente respecto a esta identidad en particular. Tanto lo que "fueron" como lo que "son" forman parte de procesos sociales de interacciones múltiples que han atravesado. Se trata de:
(…) elementos específicamente afectivos de la conciencia y las relaciones y no de sentimiento contra pensamiento, sino pensamiento tal como es sentido y sentimiento tal como es pensado; una conciencia práctica de tipo presente dentro de una continuidad viviente e interrelacionada (Williams, R., 2009, p. 175).
La dimensión afectiva jugó un importante papel durante el inicio de estas experiencias militantes, en donde prácticamente la totalidad de entrevistadas y entrevistados mencionaron aquel vínculo afectivo que los introdujo en el mundo militante. Entendemos el afecto como "un concepto basado en la emoción, en el estímulo-respuesta en el corto plazo, independiente, anterior a la ideología, es decir, previo a las intenciones, los significados, las razones y creencias" (Leys citada en Plamper, 2014, p. 21). Si bien reponemos el concepto desde estas autoras, nuestro interés no versa en contraponer cuáles de las dimensiones (afecto, ideología, creencias, etc.) fue la primera experiencia de las y los militantes. Sobre todo, porque si las emociones son parte de las formas culturales de una época, y en los '60 y '70 la política atravesaba la vida de las y los jóvenes y su horizonte de expectativa era hacer la revolución (desde que estas ideas se plasmaron como posibles en experiencias concretas a nivel continental); entonces los vínculos afectivos no pueden concebirse como una relación privada y personal opuesta a lo público, político y grupal.
Consideramos que la militancia constituyó una experiencia afectiva y que los procesos de subjetivación que configuraron las identidades de las y los actores incluyó esta experiencia. Y para el caso de las y los sobrevivientes, estas experiencias afectivas fueron yuxtapuestas a situaciones límites como: cautiverio, detenciones legales e ilegales, exilio y pérdida de aquellas y aquellos compañeros militantes. Las experiencias afectivas no se redujeron a los orígenes de la militancia sino que se vivieron durante todo el proceso de participación activa y, con posterioridad, se recuperó fuertemente en los procesos de memoria, influyendo en la identificación de toda la comunidad militante, vivas, vivos y muertos.16
Destacamos tres ejemplos de los tantos que se repiten en relación a las vinculaciones afectivas de inicios o durante el proceso de comenzar sus militancias políticas:
Éramos compañeros y amigos a la vez. Teníamos mucha confianza y decidimos (...) éramos compañeros, militábamos juntos en la universidad y decidimos armar un grupo… lo que después se llamaban células o comandos (Marta, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
El papá de Seba17 era de "mi barra"… lo que se decía la barra. lo que era "el centro" en esa época, estar en el centro, ir a los bailes, comer un asado, ir a pescar, era la vida social de aquella época (Carlos, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Yo lo conocí al Palo18 en el Ateneo, él militaba en Química y yo andaba por ahí. Y ya había venido con mis experiencias y tal. Y militamos en el Ateneo, y a partir de ahí se fue dando nuestra relación (Laura, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Ahora bien, también es cierto que una vez integradas e integrados a la militancia revolucionaria —comenzando con las células clandestinas—, la experiencia comenzará a fragmentarse al punto del no reconocimiento de las y los otros por sus nombres reales. El uso de apodos o "nombres de guerra" constituyen la regla de este tipo de organizaciones político-militares. Asimismo, el manejo de la información entre sus integrantes será clave desde el momento en que la clandestinidad comenzó a ser la norma y mucho más, cuando las fuerzas de seguridad y los organismos de control comenzaron a operar con todo tipo de tácticas —espionaje— y acciones represivas —detenciones, torturas.
El entramado afectivo —de quienes fueron las y los militantes en las OPM— se encontraba inmerso en una compleja red que incluía diversas instituciones educativas, públicas, privadas, laicas y religiosas. De todo este universo se fueron desprendiendo las primeras células clandestinas de la ciudad de Santa Fe y los grupos que confluyeron en las OPM peronistas. Al rememorar la experiencia militante, las y los entrevistados acuden constantemente a esa comunidad militante que era social y emocional a la vez (Plamper, 2014). Su principal identificación para hablar fue la posición de sobreviviente, con lo que ello acarreó en el presente de las entrevistas. Fuertemente atravesadas y atravesados por las experiencias posteriores —situación límite— a la militancia, la expectativa revolucionaria de aquel momento difícilmente se traía sin la pregunta explícita.
Alberto:
Pregunta: ¿Vos crees que a ustedes como personas que sobrevivieron les cuesta más hablar de la expectativa revolucionaria que tenían?
Respuesta: Sí. El primer golpe post ‘83 fue el Nunca Más, cuando saltó, ni nosotros lo conocíamos bien. Conocíamos algo, pero cuando saltó todo el tema de los CCD, que tiraban gente al mar lo sabíamos, pero no sabíamos cómo era… el plan sistemático nunca lo supimos. Nos enteramos después. Entonces era el momento de nuestros compañeros muertos y desaparecidos, es decir no es que estaba mal pero nosotros, nosotros estábamos vivos, ¿viste? (Alberto, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Luis:
Respuesta: Si vos decís qué es lo que más reivindico. Yo lo que más reivindico, obviamente, es la tarea de base y el trabajo gremial creo que es lo concreto, lo más directo, lo político aparece casi como una cuestión de sí se entiende digamos que cuando uno establece una lucha política, abarca o contempla lo más general pero también es cierto que tiene el costo de que todo eso también se diluya mucho y a veces en nada. (…) El orgullo de ser trabajador, te lo digo sinceramente.
Pregunta: ¿Y con el sello de esos años que tenía que ver con la expectativa revolucionaria?
Respuesta: (risas) ¡Qué palabra! Vos sabes que justo anoche estábamos hablando con unos amigos, y digo en plural porque en realidad es un grupo que tenemos de whatsapp que nos juntamos todos los jueves, y algunos venimos de esa época de los ’60, y seguimos por esa suerte o por esa revancha que nos dio la vida de seguir vivos, ¿viste? (…). No hay una sola dimensión para analizar el concepto de revolucionario, tal vez el concepto más acotado, pero también más real es la capacidad de entrega que tuvimos como generación, ¿no? En eso sí era revolucionario, poner en juego todo lo que tenés, eso sí puede ser lo más revolucionario de todo esto (Luis, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Sostiene, como Carlos, lo revolucionario desde la capacidad de entrega de aquella generación. Y continúa:
Después, todo lo demás es en función de un análisis que vuelvo a repetir, es imposible ¿no?, o muy difícil hacer un análisis desde hoy con la experiencia o con la vida transcurrida al hoy. Era un cambio de fondo, por eso hablaba recién del compromiso que uno tenía personal, colectivo y fundamentalmente de proyecto de vida. Alguna vez, y esto lo digo con cierta vergüenza, ¿no? Nunca pensé en la jubilación: o estaba muerto o a lo sumo iba a tener la pensión del guerrero (risas). Esa era la proyección. Devela mucho cuáles eran las expectativas que pesaban sobre uno, era eso, a vencer o a morir. Esa era la ecuación (…). Y bueno, verla desde el hoy implica, que la palabra que más se aproxima a la palabra revolución, puede ser justicia. Por eso también incluso uno sigue más directamente comprometido que cualquier otra cosa, con la tarea de los Derechos humanos (Luis, en entrevista oral realizada por la autora, 2022).
Como afirmábamos, ninguna, ninguno de las y los entrevistados mencionó la expectativa revolucionaria de su experiencia militante sin la repregunta. La entrega revolucionaria sí que se mencionó cuando hablaron de las y los detenidos-desaparecidos y asesinados por el terrorismo de estado. Buscamos ahondar en aquellos horizontes de expectativas del pasado militante a partir de las memorias de las y los entrevistados. La historia oral fue la puerta de entrada fundamental para identificar los anhelos de la época. El trabajo con los testimonios orales requirió el reconocimiento de las tensiones y silencios al momento de preguntar por la expectativa revolucionaria. Las tensiones se evidenciaron en la dificultad de visualizarse como protagonistas de aquella “entrega revolucionaria” que sólo se reservaba para el recuerdo de las y los detenidos-desaparecidos y asesinados por el terrorismo de estado. En este sentido, las preguntas directas fueron la forma de romper aquel silencio sobre la expectativa revolucionaria. Las respuestas evidenciaron que las historias de vida de las y los militantes, sus trayectorias posteriores a la experiencia de los años ‘70 estuvieron fuertemente marcadas por la militancia, pero también por las situaciones límites atravesadas.
“A vencer o morir”19 dejó en una ecuación injusta a las y los sobrevivientes, vencidos. El proceso de reacomodación de sentidos sobre la experiencia vivida como sobrevivientes se mostró constante. Recuperamos en sus testimonios los significados que tuvieron para ellos. Lo colectivo y la revolución en lo ideológico, “en las medidas de las posibilidades”, en palabras de Marta, que hoy es docente universitaria y es parte de ese espacio sindical. La reivindicación del trabajo gremial y de base, y la lucha por los derechos humanos y la justicia en el caso de Luis. Él no se imaginaba vivo porque no se imaginaba vencido. En todos estos años ha transitado por el ámbito sindical (gremio docente), el legislativo como diputado provincial y por supuesto, el de derechos humanos. Alberto, en su conciencia de supervivencia es un activo militante del recientemente creado Colectivo de La Memoria. Carlos, que sigue sintiéndose Montonero y ubica todo en etapas históricas, no se arrepiente de nada, pero sí que intercambiaría su vida por la de sus compañeros para que ellos puedan vivir. Víctor y la mejor etapa de su vida, la alegría y la admiración hacia militantes más grandes.
Consideraciones finales
Siguiendo la pregunta inicial de ¿cómo se recuerdan estas militancias radicalizadas? En términos generales, en la vinculación de la experiencia con la expectativa revolucionaria en memorias de la post dictadura, los relatos muestran que la derrota se sintió profundamente en la pérdida de sus compañeros y, con ellos, los sentidos de la pérdida de la utopía revolucionaria.
La revolución quedó obturada por la violencia que significó el terrorismo de estado con la detención, muerte, desaparición, exilio que atravesaron las y los militantes. Para las y los sobrevivientes, la lucha revolucionaria quedó ocluida en la violencia atravesada luego de ser vencidos en aquel horizonte de expectativa.
Detrás de estas memorias vencidas, indagamos acerca de las historias militantes. Las memorias también dieron cuenta de algunas distinciones dentro de las identidades políticas. Como decíamos, si bien el compromiso militante en todos estos casos se evidenció constante durante toda la experiencia vivida, las diferentes prácticas o roles ocupados dentro de las OPM diferenciaron sus identificaciones políticas. No todas y todos tuvieron la misma relación con la lucha armada, si bien la convicción política de las OPM en la época era esa. Las experiencias militantes fueron disímiles y heterogéneas sobre todo respecto a su vinculación con la parte armada de las OPM. Así como el ciclo de protesta no fue homogéneo, presentando acciones armadas no transparentes, no inteligibles para sus militantes o no totalmente legitimadas tanto dentro como fuera de las OPM, provocando diversos impactos internos y externos. Las derivas personales fueron variables en cada caso y la reacomodación de los sentidos de las experiencias también.
Retomando las preguntas del inicio respecto a ¿cuáles fueron los sentidos de las experiencias militantes post-dictadura, post-derrota? Podemos decir que la mirada de las y los militantes respecto a su experiencia militante se mostró crítica, silenciando la expectativa revolucionaria que aquellas acciones contenían. La pérdida de sus compañeros y compañeras de militancia, vínculos afectivos en la mayoría de los casos, marcó la derrota de aquella utopía revolucionaria. En el recorrido de algunas trayectorias pudimos ver la transformación de esos duelos en diferentes formas de militancias o al menos, prácticas políticas con cierta conciencia crítica. La identidad de ese nosotros —de la subjetividad militante— ya no está, y si hay una subjetividad colectiva que los sigue uniendo tiene que ver con la herida de esa subjetividad militante y con la transformación de aquella experiencia del pasado en una vivencia diferente.
Por último, resulta importante aclarar que las significaciones que analizamos de las experiencias vividas de las y los entrevistados constituyen el resultado de un largo proceso de investigación situado en la ciudad de Santa Fe. Esto implica al menos dos cuestiones. Por un lado, al partir de una perspectiva de historia local (Bandieri, 2021) pudimos enfocar de manera profunda en la dimensión más subjetiva de la experiencia vivida, que tiene que ver con las creencias y expectativas de las y los actores. La escala de análisis nos permitió reflexionar sobre estas memorias y obtener algunas conclusiones que nos ayudan a comprender la militancia revolucionaria de los años ’70 en Argentina. La segunda implicancia de este estudio situado, constituye la certeza de que estos análisis y conclusiones —incluso la repetición de las entrevistas— no hubieran sido posible sin la mediación de un lazo de confianza construido con las y los entrevistados.20 En este sentido, damos cuenta también, de la tensión en la que nos ubicamos como cientistas sociales, en la búsqueda de “nuevas formas” entre la distancia y el compromiso con las y los actores que estudiamos.
Fuentes orales
Luis, Santa Fe, 2015 y 2022
Marta, Buenos Aires, 2016 y 2022
Laura, Buenos Aires, 2017
Carlos, Santa Fe, 2016 y 2022
Alberto, Santa Fe, 2016, 2020 y 2022
Juan, Santa Fe, 2016
Víctor, Santa Fe, 2016 y 2022
Referencias
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Notas
Recepción: 20 Abril 2024
Aprobación: 21 Agosto 2024
Publicación: 01 Septiembre 2024